Utopia Medieval
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Sombras de un Rondador. Afiliadoselite Sombras de un Rondador. Comunesl
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 Sombras de un Rondador.

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Yvres

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MensajeTema: Sombras de un Rondador.   Sombras de un Rondador. EmptyLun Dic 29, 2008 5:18 pm

Bueno...esto que pondré aquí es un libro en el que trabajo. Lentamente, si, pero trabajo en él. Me gustaría que, si lo leéis, pusieseis comentarios sobre si creéis que anda bien o estaría mejor cambiar tal o cual cosa...De verdad que los comentarios ayudan a mejorar una historia. Por ello os invito a hacerlo y a que me deis las diversas opiniones, de verdad, que para mi es importante.

Gracias a aquellos que lean la historia de las Sombras de un Rondador.
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MensajeTema: Re: Sombras de un Rondador.   Sombras de un Rondador. EmptyLun Dic 29, 2008 5:19 pm

Prólogo. ¡Bienvenido!


No era un día apacible. Desde el cobertizo se podía escuchar como el agua caía sobre la madera, y si se agudizaba el oído incluso se escucharía como esta se abría camino entre los agrietados maderos.

Tal era la ocupación del guardia que se cobijaba en una pequeña caseta, iluminada por un farol que le procuraba el único foco de luz y calor. La capa azul marino caía, arrastrándose por la superficie empapada de fría piedra. Un fino aro de plata recorría a esta, justo en la medianía, mostrando el símbolo del lugar.

De pronto el ruido del agua, el susurro que perseguía el guardia, voló, pues otro sonido se acrecentaba, poco a poco, anteponiéndose a cualquiera, el del trote de un caballo. Molesto sacudió la cabeza, pues parecía quedarse dormido en la guardia que debía cumplir. Se alzó de su taburete y, maldiciendo a aquel que se acercase, abandonó la caseta, dejando que la lluvia cayese sobre si, produciéndole una sensación descorazonadora al sentir el frío punzante de la unión entre la lluvia y el viento.

Halló refugio en el parapeto que se alzaba, gemelo a otro, en la puerta este. Sus ojos se convirtieron en pequeñas rendijas oscuras, intentando adecuarse a la oscuridad reinante. Aun así poco veía, y por eso tomó una antorcha que se encontraba dentro del parapeto. Con voz autoritaria habló.

- ¿Quién va?...-Por un momento nada vio, y su otra mano se dirigió con presteza a la empuñadura de su espada, en su cinto, pero al momento observó una oscura silueta en el camino, un poco más a la derecha de donde había observado al principio.- A pregunta de la Guardia de Ashland ¿Quién va? –Trató de que su voz sonara amenazante, pero la verdad es que la imagen que se producía ante si sólo erizó los cabellos de su nuca.

- Un viajero errante…-La voz, susurrada con frialdad, heló la sangre del guardia, el cual se repuso con rapidez.

- Si aquellos a los que así se presentasen en el puesto se les dejase paso esto seria un amontonamiento de vagabundos…-Aquello no hacia más que aumentar una congoja creciente en el hombre desde la aparición del extraño.

El bufido del equino que montaba el jinete se dejó escuchar en ese momento, a la vez que el vapor que despedía se alzaba, deslizándose junto al viento. El animal percibió la palma de aquel que le montaba, y pareció tranquilizarse.

- Un viajero errante, proveniente de Harask.-Se observó como la capucha dirigía su vista hacia la empalizada, por primera vez, pues las telas removieron la oscuridad acechante al hombre.

Dudando por unos segundos el guardia mantuvo la mirada al extraño. Mordió su labio inferior, y pronto dirigió sus pasos por la empalizada de madera, bajando los escalones con gran prisa. Al llegar al portón abandonó la antorcha en un pequeño saliente de la propia empalizada, iluminándole así el mecanismo de la puerta.

Tomó aire, y con fuerza tiró de una de las anillas, para poder así abrir una de las hojas. Por inercia la otra le siguió, consiguiendo así que en unos segundos la puerta este de Vathir se abriese totalmente.

Dos pasos a un lado fueron suficientes para apartarse del paso lento del equino que se erguía frente a él. Con marcha majestuosa el negro corcel se internó en el portón, cubriéndose del agua caída por unos segundos, mientras seguía su camino hacia el interior del pueblo.

El guardia agudizó sus ojos, pero era difícil poder contemplar al jinete cuando la lluvia caía sobre él. Sólo observó la capa violácea, casi negra, que se dejaba entrever en la negrura del momento. Una capucha cubría el rostro de aquel viajero, por lo que la identidad pasó desapercibida al guardia. Por unos segundos quedó paralizado observando al nuevo inquilino del pueblo, que dirigía su marcha por la calle principal.

El empedrado hacia que los cascos del caballo azabache se escuchasen en muchas calles alrededor, pues en esa hora nadie se hallaba fuera de sus casas, excepto en la taberna del lugar. Mientras escuchaba el caminar del caballo dio media vuelta, empujando las hojas de la puerta, que se fueron cerrando con lentitud, guiadas por la propia fuerza del hombre.

Ambas hojas retumbaron por un momento al unirse, mientras el guardia se daba prisa en colocar el madero que produciría el aislamiento total del puesto. Juraría haber seguido oyendo el sonido de los cascos al chocar contra el empedrado de la ciudad cuando dio media vuelta, alzando la voz:

- ¡Bienvenido a Ash…-Juraría haberlo oído, pero el caballo no se encontraba en la calle, y de su jinete no había rastro. Un escalofrió recorrió la columna del guardia al verse observando la nada, en total oscuridad, mientras que la lluvia se entrecruzaba en su vista. Envolviéndose en su capa salió del portón, y posando su mano en la empuñadura de la espada se dirigió hacia su casetilla mientras musitaba.- ¡Bienvenido al Reino de Ashland!
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MensajeTema: Re: Sombras de un Rondador.   Sombras de un Rondador. EmptyMiér Ene 07, 2009 4:25 pm

Capítulo I: La Taberna del Porco Rosado.

Las patatas asadas dispendian de ellas un pequeño reguero de humo que se entremezclaba con la leve brisa que se encontraba en el gran salón. Una mano regordeta tomó el plato entre sus dedos y se dispuso a caminar entre el amontonamiento reinante. Varios pivotes tuvieron que realizar sus pies ante pintas que volaban a la altura de su rostro y pisadas de ebrios comensales.

La Taberna del Porco Rosado se alzaba en la zona oeste del puesto de Vathir. Era una gran edificación, construida hacia ya muchos años, y donde se reunían los hombres del propio puesto y aquellos que vivían en aldeas cercanas, pues la noche sólo guardaba vida en estos lugares, y no en ninguno más. Cuando el sol caía las luces de los candiles dirigían el camino de cualquier transeúnte al lugar más cómodo y habitable en el frío del norte y este, en Vathir, era la taberna del Porco Rosado.

Vathir apenas había sido un puesto fronterizo con las tierras del sur cuando los rufianes y maleantes comenzaron a apostarse en su derredor. Con lentitud las edificaciones se internaron en la empalizada, y en poco más todo lo que se hallaba fuera de ella eran también pequeñas chozas y construcciones no muy bien labradas. La empalizada proporcionaba una cierta defensa contra cualquiera venido del sur, aunque en verdad muchos años habían pasado desde la tregua apostada entre ambas tierras. Una única calle conectaba el este con el oeste, y al igual pasaba con los otros dos puntos cardenales, dividiendo la ciudad en cuatro cuadrillas de parecido tamaño.

Por fin la cerámica golpeó con cierta brusquedad la madera de la mesa, mientras que en tal golpe el arroyo de humo se entrecortó, para más tarde comenzar a alzarse nuevamente. Una nariz husmeó en su camino, encontrando el aroma de unas patatas asadas picantes, produciendo el salivamiento de sus papilas. Aquella nariz curvada pertenecía a un hombre del propio puesto de Vathir. Su estatura no era grande, y su espalda, con una leve inclinación, no agraciaba al ser que se hallaba allí sentado. Los cabellos, negros y grasientos, caían a uno y otro lado de su rostro, sin ningún tipo de reparo. Cubiertos a un lado unos dedos buscaron el primer bocado de ese manjar cuando una nube de un humo maloliente se entremezcló con el de las patatas, desperdiciando su aroma.

- ¡Eh! ¡Estate quieto! –Con una de las manos el hombre trataba de remover el aire, para que el sabor de aquel tabaco no se impregnase en las patatas.

- Aun debes contestarme…-El encapuchado tomó aquel plato, alejándolo de su alcance. Conteniendo su rabia, pero sabedor de la impotencia, el hombre sólo se resignó a aparcar el placer de la gula y pronunciarse ante aquel individuo.

- Bien…bien…-Su lengua se paseó por sus labios unos segundos antes de dirigir una última mirada a esas patatas. Alzando su vista al extraño apenas tardó unos segundos en bajarla al propio suelo de la taberna. Su mirada se deslizó por el gran salón, buscando ávidamente. Lo encontró en un ángulo de unos quince grados, y con un movimiento de cabeza le señaló.- Aquel…ese es el hombre al que buscas. La verdad no entiendo por que tantas molestias en un borracho. No hace más que sentarse ahí, y beber, una y otra, sin parar, hasta que, tarde, se despide de los pocos que quedan, y se dirige a su hogar…-Dirigió la vista al extraño.- Cuatro paredes mal formadas.-Una risa se abrió paso entre sus labios, los cuales pronto callaron al no observar atisbo alguno de reacción en el hombre.- ¡Y nada más! Es un pobre simple, su vida es plana, y su ocio el de cualquier hombre común…es un hombre normal. ¿Y ahora me dejaras tomar las patatas a gusto? ¿Y el resto?...-El hombre alzó una de sus cejas, sabedor de que muchos farsantes se encontraban en el puesto de Vathir, y dirigió una de sus manos al cinto, donde se proveía de una pequeña daga, en caso de necesidad.

Pero sin una palabra el plato se deslizó por la madera, chocando contra el ávido lugareño. El extraño se alzó, dejando caer su capa violácea al suelo, con el que rozaba. Era extraño observar como allí, en la luminosidad del lugar, las sombras parecían acompañar al ser. De sus manos se dispersaron varias monedas de oro que cayeron en la mesa, rodando tranquilamente, las cuales el lugareño intentó recaudar a toda prisa.

La mirada del encapuchado se dirigía, entre la marabunta, a un hombre que se hallaba sentado en un taburete, en la misma barra. Contaba con una pinta entre sus dedos, pero al contrario que el resto de los se hallaban en aquel lugar el silencio era su único acompañante. Sus ojos, bajo la capucha, se rasgaron, escudriñando al hombre que tenia frente si, un auténtico misterio para él. Vestía un pantalón marrón de lana y una pequeña chaquetilla sobre algunas prendas de lana, también marrones. Sin duda el atuendo de ese joven era muy normal entre la multitud que se encontraba allí. En definitiva su atuendo cumplía su función, la de no llamar la atención. Dio varios pasos, despreocupado, y no cerciorándose de que un borracho se cruzaba en su trayectoria. Era un enano el que había chocado con el encapuchado, y ahora yacía en el suelo, con la pinta caída, y parte de su contenido en él mismo. Maldijo esa mala suerte pues podía observar como el enano, guiado por a saber cuantas cervezas, ceñía sus cejas y se disponía a parlamentar, de seguro, no muy amablemente.

Fue entonces cuando su vista buscó el acomodo ideal, y se percató tarde de que su capucha había caído hacia atrás, dejando su rostro al descubierto. El hombre dejaba ver un cabello negro corto, azabache completamente, y una piel pálida que lo transformaba en extraño en aquellas latitudes. Notó como, poco a poco, su vista tornaba de color, y se imaginó a si mismo cambiando el color de sus iris negros a uno violáceo. Sin el valor necesario para alzar la vista dirigió esta al enano que se encontraba en el suelo, delante de él, el cual sólo pudo dejar claro en la expresión de su rostro el asombro que se instalaba entre todos los presentes. Apenas unos segundos bastaron para que la capucha ocultara su rostro, y notase como el color violáceo de sus pupilas comenzaba a desaparecer, para volver a instalarse en el negro habitual. Dio varios pasos, dejando al enano tras de si cuando este se alzó, y señalándole con un dedo hablaba.

- Es un…es un…-El dedo temblaba, al igual que la totalidad de su mano. El hombre pudo escuchar como el enano seguía hablando, pero no pudo distinguir lo que decía…aunque podía imaginarlo.

- Mierda…-Su voz salió de sus labios cuando observó que aquel al que observaba había desaparecido del lugar donde antes se encontraba. Seguramente el tumulto habría hecho que muchos desapareciesen de la taberna del Porco, y seguramente él habría sido uno de ellos.

El alboroto y la curiosidad se acrecentaban en la cargada atmósfera de la taberna mientras el hombre caminaba, abriéndose paso hacia la puerta. La mayoría dirigía sus miradas de reproche a su figura, que se hallaba en la penumbra producida por la capa y capucha.
Bruscamente la puerta se abrió, y el frío de las latitudes del norte se internó en el Porco Rosado. Por un momento, al notar como el viento se enroscaba en su rostro, sintió el alivio de encontrarse a un paso de lo que para el significaba la libertad, el no estar coaccionado bajo miradas ajenas, de ser un total desconocido en el ancho mundo. Pero tal sensación no pudo más que extinguirse rápidamente, cuando volvió en si la misión encomendada.

Reprochándose tal descuido la puerta de la taberna se cerró tras de si, a la vez que dirigía su vista a ambos lados de la calle. Todo se encontraba tranquilo, y al parecer nada alteraba la quietud de la noche. Dio varios pasos, intentando ajustar sus sentidos, para poder escuchar o ver aquello que permanecía oculto a él. Escuchó entonces un ladrido, proveniente varias calles abajo. Con rapidez comenzó su travesía por la calle apenas iluminada por candiles. Sus zancadas eran grandes, y se dejaba notar el nerviosismo que mantenía ante la posibilidad del fracaso. A cada paso dado un pequeño tintineo se dejaba notar. Las hebillas que cerraban las prendas de cuero negro chocaban una y otra vez haciendo un nimio sonido que en aquella quietud se convertía en una preocupación para él. A la vez al chocar sus botas con el acerado se producía un ruido proveniente del roce entre ambos. Pero no podía aminorar la marcha y confiaba en que aquel al que perseguía hubiese sido afectado por alcohol, disminuyendo su guardia.

El ladrido del perro parecía apagarse, diluirse, y poco a poco su repetición se hacia más intermitente. Pensando en que aquel que estuviese pasando por aquel lugar desaparecería de la calle en poco tiempo logró tomar la esquina, encontrando aliviado un contorno oscuro a la luz de uno de los candiles de la calle.

Por fin sus pasos eran seguros, mientras su mirada no perdiese de vista la silueta delante de el. Una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro, si acaso alguien pudiese haberla visto diría que una línea torció en su gesto pero, triunfante, el encapuchado podía sentir el placer de llevar a cabo lo pedido.

Su sombra se proyectaba en las paredes de la estrecha calle, dejando ver una silueta estirada, y no fuerte, ni corpulenta. Notó como el repentino y sutil calor del candil llegaba a su figura y como su vista, con lentitud, se acomodaba a la penumbra de la noche. Sus iris se convertían de abismo en aurora, y a la vez las sombras en claridad. Todo se disponía ante él con total albor ya que la oscuridad se convertía en luz, y al contrario esta se convertía en sombras. En la taberna, cuando su vista se acomodó a tal cambio la luz reinante lo sumergió en casi una total oscuridad y ceguera, mientras que en esta situación su avanzado sentido le ayudó de sobremanera ante su objetivo.

A cada paso los metros que le separaban del hombre se consumía. Parecía que la bebida había hecho mella en su objetivo, pues parecía no darse cuenta de su presencia, o es que quizás no la tenía en cuenta, pensando que otro cualquiera podía dirigirse por aquella misma calle. Sea como fuere la distancia se había recortado tremendamente tras varios segundos de persecución en donde el perseguido sólo había dirigido sus pasos por otra calle, doblando a la izquierda.

Unos segundos más y podría haberse cernido sobre el descuidado transeúnte, pero su camino se vio interrumpido por un súbito movimiento más allá de la propia silueta que tenía delante. Su rostro se inclinó a un lado levemente, mostrando la curiosidad que le transmitía. Siguió observando, y pudo comprobar como el recorte de una silueta al final de la calle se encontraba en el quicio de una puerta, apenas a unos veinte pasos de su presa.

Su mente, perdida en ese momento, apenas tuvo unos segundos para responder. Su vista se cruzaba entre ambas figuras, y sus manos no pudieron más que deslizarse a su cinto, donde tomaron la empuñadura de sus dos espadas gemelas.

El sonido del desenvaino de dos filos se notó en el silencio a la vez que una voz se alzó tras él, lejana, y que apenas escuchó, pues el aire era rasgado a escasos centímetros.

……………..

Un extenso bosque rodeaba al puesto de avanzada. Allí la lluvia era casi constante. Por ello era común encontrarse grandes bosques que ocupaban extensas áreas.

Los rasgados ojos se cubrían de la lluvia gracias a la capucha de color verde oliva. Observó, de un lado a otro, la espesura de la vegetación, y no halló nada que le produjese la alerta. Desvió entonces su atención a una de sus manos, donde equilibraba una frágil silueta. Una flecha se encontraba tomada, más o menos, por la mitad de su tallo. En un momento cerró su mano sobre la madera, y dejó salir de sus labios unas siseantes palabras. El agua había traspasado por fin la tela de la capucha, y ahora comenzaba a notar el frío que la lluvia producía en él. Sus ropajes, de cuero tachonado, comenzaban a absorber el agua que traspasaba la capa de lana pero pronto el frío de la lluvia calaría hasta sus huesos.

Pensaba en ese momento sobre su compañero. Seguramente se encontraría, ahora, en un salón humeante, y donde el fuego crepitase. Dejó salir el aire con fuerza entonces. Aquello no le parecía bastante equilibrado. Mientras el comenzaba a sentir el frío de la lluvia y de la noche Lászlo se encontraría hablando con un niñato, con una cerveza en la mano y algo de comida frente a si. Así comenzaba a divagar sobre la reprimenda que debería transmitir al hombre cuando algo llamó la atención de sus ojos.

Unos veinte pasos más allá, justo delante de su figura inmóvil, se recortaba una silueta diferente a la de cualquier árbol. Intentó agudizar su vista, haciendo que sus ojos, prácticamente, se convirtiesen en unas pequeñas rendijas. La oscuridad era reinante, y la luna no brillaba, pues las nubes la ocultaban. Por ello apenas pudo distinguir más que una figura no demasiado alta, pero encorvada. Trataba de recordar todo aquello que había visto en sus viajes, pero parecía no reconocerlo hasta que por fin otro de sus sentidos captó algo.

Una de sus orejas se movió, al capturar una de las ondas producidas por el ser. La sangre del elfo se heló al reconocerlo, y al saber de su presencia detrás de aquel mismo tronco. Un sonido agudo, pero a la vez tosco, parecido al de un gorgoteo, se hizo notar tras el propio tronco. El elfo contuvo su respiración por unos segundos. Su vista giró lo posible para poder ver la silueta, oculta por una gran capa negra, dirigirse hacia la empalizada, a unos cien metros de allí.

Esperó unos segundos a que el silencio volviese a caer a su alrededor. Aquellos seres nunca se adentraban solos, sino en grupos mayores. Si se hubiese delatado seguramente no hubiese servido de nada. Asegurado de que nadie más parecía encontrarse allí siguió el camino por el cual vio perderse al ser.

Tiró aun más de su capucha al acercarse a la empalizada, pues temía que algún guardia se alzase allí a esas horas. Al llegar a los gruesos troncos que se alzaban verticalmente buscó algún signo de los individuos. Nada parecía hallarse allí, pues ni cuerdas caídas se encontraban. Dirigió entonces su vista al suelo, buscando algún vestigio significativo del paradero, encontrando entonces dos huellas, profundas, en el barro aledaño. Alzó entonces su rostro, observando los varios metros que separaban suelo de almena. Las gotas cayeron en su rostro, directamente, dejándole sentir el helor de aquella noche. A la vez, en su mente, comenzaba a añadir argumentos en la reprimenda futura a su compañero.

………………
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MensajeTema: Re: Sombras de un Rondador.   Sombras de un Rondador. EmptyMiér Ene 07, 2009 4:25 pm

La luna rielaba la superficie de las nubes que la ocultaban de la superficie. Por encima de ellas la tranquilidad era innata, inamovible, podría decirse que inmortal. Sin embargo bajo ellas la lluvia caía con imprecisión, empapando la tierra, las casas, y los ojos de un elfo que caminaba por un estrecho callejón. Había conseguido internarse en la ciudad, tomando una cuerda y escalando la empalizada. Normalmente cualquiera le había interceptado, pero no era este el caso ya que cuando llegó a la caseta del guardia pudo observar que este había sido asesinado adecuadamente, pues su cuello se encontraba rasgado. Internándose entre las callejuelas consiguió encontrar el rastro de su compañero, y ahora parecía poder darle caza. Sin embargo también dio caza a los extraños visitantes que hace poco se había encontrado.

Un sonido seco, un chasquido, se dejó notar en el extremo de la calle, y a la vez se alzó una voz con fuerza.

- ¡Lászlo!

La flecha silbaba en su camino, traspasando a la propia lluvia y dejando atrás al aire que la frenaba. La metálica punta parecía encontrar un objetivo claro en una silueta de capa violácea cuando, al llegar a ella, esta se marchitó. Iracunda al no impactar siguió su trayectoria, encontrando otro blanco en su misma dirección, clavándose en el estómago de una sombra situada en un portón de una de las casas que comunicaba con el callejón.

Se escuchó un agudo chillido, estridente, a la vez que un gorgoteo que comenzó a declinar su ruido, poco a poco, gradualmente. Proveniente de aquel ser que se hallaba bajo la capucha y capa negras sólo se dejó notar un último sonido, el producido por este al entrechocar sus placas de metal en el adoquinado.

El elfo observó la niebla que se encontraba en el lugar donde antes su compañero permanecía e inclinó su rostro hacia el lado derecho. Nunca podría acomodarse a eso. La niebla se suspendía en el propio aire, y durante unos segundos permaneció allí, casi inmóvil, cuando de pronto se reunificó, dejando ver la figura de Lászlo de nuevo.

El hombre sentía como la respiración llegaba de nuevo a sus pulmones. El aire alcanzaba hasta lo más hondo de sus órganos, recuperándose repentinamente, como si saliese del agua tras contener la respiración un largo rato. Apenas unos segundos tardó en recomponerse y en notar como sus manos se asían a los mangos de las dos espadas cortas que descansaban en su cinto.

Sus iris negros se dirigieron hacia atrás, donde pudo observar en la distancia recortarse al elfo que le había acompañado. A la vez dejó escapar un sonoro gruñido de reproche ante el mal tiro, pero poco tardó en volver sus sentidos frente a si. El hombre al que perseguía había desenvainado un filo, y se batía toscamente con un encapuchado, el cual mantenía una técnica aceptable en el manejo de la espada.

Corrió hacia la contienda, e intentó dirigir una de sus espadas a la espalda del atacante, pero este tuvo la rapidez de contrarrestar el ataque interponiendo su espada, dando a si mismo media vuelta. Lászlo intentó dirigir su mirada a su contrincante, para saber así a que se enfrentaba, pero sólo pudo hallar un sonido trémulo, como el de un gorgoteo que ascendía en intensidad a cada segundo. Sus sentidos le llamaron a reaccionar cuando notó que su brazo comenzaba a ceder ante el empuje de su enemigo, por lo que dirigió el tajo de su otra espada, aun libre, a una de las piernas de su opuesto, consiguiendo que este dirigiera un chillido estridente al ceder una de sus extremidades y posar su rodilla en el adoquinado. Al momento una hoja afilada traspasó la capa del herido, internándose por su espalda, buscando la casi total penetración. Al alzar su vista Lászlo pudo observar como aquel al que había seguido dirigía su mirada al ahora moribundo enemigo. Le contestó con rapidez, pues ahora uno a otro se observaban en silencio, hasta que este habló:

- ¿Quién eres? –El extraño preguntaba con una mezcla de terror y esperanza, pues veía que aquel que tenia en frente había trabado combate con aquellos que le habían atacado.

Pésima opción aquella de dirigir sus sentidos al hombre que le hablaba, pues otro encapuchado se dirigía con rapidez a vengar la muerte de su compañero. El joven que empuñaba la espada toscamente defendió el ataque enemigo, comenzando a recular ante los ataques precisos de su contrincante. Lászlo, pasado unos segundos de incredulidad se dispuso ayudarle, pero no se dio cuenta de que el era víctima de otro de aquellos seres. Tras su cabeza se alzaba una espada larga, dispuesta a terminar con la vida de aquel que tenia en frente. Sin embargo el roce de la madera con el viento interpuso tal movimiento. Una de las flechas del elfo impactó en el brazo del extraño, produciendo que la espada se balancease, sin una firmeza en el brazo de aquel que la empuñaba. Fue cuando aprovechó el propio Lászlo para producir un corte en cruz con ambas espadas, haciendo que el extraño cayese al adoquinado con un metálico ruido al impactar.

Al dar media vuelta Lászlo pudo observa como bajo la lluvia el hombre al que perseguía se encontraba arrodillado en la propia calle, y como aquel que se encontraba frente a él se disponía a dirigir un impacto mortal. Sin embargo este se contrajo con rapidez, dejando caer la hoja desnuda al suelo, pues había sido asaeteado varias veces. El elfo se había acercado con cautela, y ahora mantenía su arco firme, con una flecha en él, dispuesta a partir con presteza. Al llegar al encapuchado dio una patada en su rostro, haciendo que este cayera en la calle mientras se retorcía de dolor:

- Ve a ver como se encuentra el chico…-Los ojos del elfo, rasgados, se centraron en su enemigo, mientras le apuntaba, dispuesto a dirigir un disparo a bocajarro que acabase con su vida.

Lászlo envainó las espadas y asintió a la vez que se dirigía hacia el hombre, que yacía de rodillas en el empedrado. Aún salvado pareciese que esperaba un golpe mortal de cualquier enemigo invisible. Alzó una de sus cejas al encontrarse frente a él, y no saber que hacer.

- Eh…levanta, ya no hay nadie.-Quedó unos segundos en silencio, pero no encontró ninguna respuesta, ante lo que se extrañó aun más. Dio entonces un pequeño empellón al hombro de aquel que tenía en frente.- Eh, que no hay nad…

Sus palabras sin embargo se cortaron al notar como un fuerte brazo tomaba uno de los suyos, retorciéndolo y haciéndole encorvar, cediendo por la presión. Al instante el frio metálico rozó su garganta, y estiró su cuello, en un movimiento repentino. Notó como aquel que lo sujetaba lo tenía preso por entero. Sólo quedó quieto, escuchando la voz que le hablaba.

- Ni un rondador podría deshacerse de este filo, ¿no es verdad?
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