No me he encontrado con muchos “redactores” pero alguno ha habido; me refiero a los que disfrutan escribiendo sobre el cuerpo de la sometida en un acto de afirmación de su presunto dominio, como el que clava un cartel en un poste con un “Propiedad Particular” o el rotundo “Prohibido el Paso” de advertencia a posibles merodeadores.
De mis experiencias, pero sobre todo de lo que observo, deduzco que son pocas las amas “escribidoras” y pocos los sumisos, esclavos y rendidos amantes cuyos cuerpos han lucido alguna vez mensajes escritos en los que se anuncia su condición de objeto; mas bien es una práctica masculina ejercida sobre la piel de sus cautivas femeninas. Un antropólogo amigo mío (tengo otros más raros aún) me explicó las razones: en el mundo animal suele ser el macho el que marca el territorio con alguna secreción o con orina, con su olor al fin y al cabo para advertir al resto de machos que se mantengan fuera de ese área en la que no solo se incluye la cacería sino también las hembras propias.
El instinto del gran cazador cromagñon persiste en las capas mas profundas (y no tan profundas) del cerebro del macho, el subconsciente freudiano del guerrero que como el resto de los mamíferos machos marcaba el territorio del clan, las praderas de caza del clan y las hembras del clan, sigue aun vivo. Al fin y al cabo entre los neandertales y nosotros solo han transcurrido unos cuantos miles de años, muy pocos comparados con los miles de siglos que nuestros antepasados cazadores paleolíticos sobrevivieron y evolucionaron.
Creo por tanto que ese instinto del macho cazador dominante es el que explica las disimetrías entre hombres y mujeres en esta cuestión de los escritos de posesión sobre los cuerpos poseídos; y no solo escritos en sentido estricto, sino también y sobre todo siglas o signos y marcas identificativas como las de ganaderías sobre los toros de lidia; en realidad responden al mismo objetivo: que todos sepan que ese animal es propiedad de aquel amo.
Continuara