-Empiezo a desvanecerme...
Miré incrédulo sus translúcidas manos en forma de cuenco abierto.
Los tesoros más maravillosos reposaban sobre ellas inconclusos,engarzados en toda una maraña de escalofríantes joyas divinas, reflejando una mínima extensión de los sentimientos más profundos que albergaban en su alma,y envueltos por una fina aura violácea de fuego feérico que evitaban que mis pantanosos ojos pudieran comtemplarlos directamente... y me los estaba ofreciendo a mí...
¿Por qué? Guardé silencio. No merecía todo aquello, ni siquiera se lo habría pedido, era incapaz de ver más allá de su radiante esencia persa, me deslumbraba como si el astro del amanecer... (la musa se fue volando) hubiera decidido aterrizar sobre nuestras cabezas... (no lloré)
Vuela, pequeña, vuela... alcanza lo que estos dos perros no pudimos aún ni oler... pero si no vas a volver... vuela lejos, y que no te vuelva a ver... (no lo voy a encharcar (joder) ¿a qué no, chucho?)
-La tenemos que cazar... (para el museo)
Dos gotas de veneno en ambar líquido abrieron la llama en dos, ondas rojas como la sangre fluctuaron en el aire escupiendo esporas verdes hacia sus iris plateados, bronceados por la luna más distante, pero a vena abierta heridos por la brisa de su pico, digo labios...
(oh) silencio...