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 "El Canto de la Gitana"

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Lyrana

Lyrana


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MensajeTema: "El Canto de la Gitana"   "El Canto de la Gitana" EmptyMiér Ene 12, 2011 12:45 am


Di-Ardaoín del mes de Mehefin. Año 851. Vo Mimbre, Carnaval de Verano.



Donde la luz de luna invoca el dulce canto del río
Estoy danzando un baile gitano.
Entre senderos abatidos por los giros del tiempo
Uní con mis pasos los corazones de seis almas libres.



Viajar es una sensación siempre emocionante. Nunca he entendido la necesidad de otros de asentarse en un solo lugar, dejando de lado la sensación de libertad que se filtra a través de cada uno de los entusiastas pasos que te llevan al siguiente lugar por conocer, a la siguiente aventura por vivir. Los caminos nuevos siempre son un alivio, igual que una estrella en el horizonte que guía la ruta que debes recorrer para llegar a casa.
En cierto modo, siempre he sentido que el Mundo Entero es mi hogar. La vida es demasiado corta para saturarme los ojos con la misma imagen repetitiva, rutinaria...
!Yo quiero vivir al máximo!
Por supuesto, esto siempre me ha llevado a recorrer las vías en solitario. Me agrada la idea de convivir con las personas y conocer sus costumbres, sus deseos y sus experiencias a lo largo de un período más o menos largo. No tengo problemas en reír junto a los otros y acomodarme por unos días en un ambiente diferente a los que he conocido, relajando un poco mi inquietud, dejando salir mi campechano humor, aprendiendo nuevas formas de hacer las cosas, otras filosofías.
Sí, es muy agradable. Sin embargo, tarde o temprano la sangre viajera en mis venas me impulsa a recoger mis cosas y partir, con la certeza de la incertidumbre y la alegría en el corazón.
Nunca miro atrás. Y tampoco he experimentado la necesidad de pedirle a nadie que me acompañe en mi peregrinaje. Un felino, ya sea kittans o felians, debe ser libre como el viento. Ese ha sido ha sido la única creencia de mi pueblo que he adoptado con fervor y la única que podría decirse que sigo a rajatabla.
Después de todo, ¿Para qué atarte a alguien si no puede seguir tu ritmo?
¿Para qué dejar prendarse de la mirada de algo fascinante si al final llorarás su pérdida o él la tuya?
No, es mejor así. Yo corro, sonrío y me dejo llevar por el mar de la vida, que crece, decrece y desaparece con la liviandad y rapidez de los Vientos del Oeste...




La ciudad de Vo Mimbre está llena de una contenida excitación, floreados discursos y un aire de expectación sólo comparable al de gloriosos caballeros en espera de una épica batalla. El objeto de la curiosidad y regocijo generales, sin embargo, dista mucho de ser algo tan insigne.
El tiempo de los aburridos torneos de caballeros ha terminado. Después de todo, aunque siempre es divertido ver cómo se ha caído algún tonto zopenco que no puede mantenerse en la silla de montar, los que participan sólo son ellos. Niños, damas y otros nobles desean también tener una festividad que los distraiga un poco de su noble tedio.
Sin embargo, como su creatividad es poca, así como su cerebro, opacado por todas las canciones antiguas de arcanos enfrentamientos, la organización de la diversión de ese verano se ha dejado en otras manos.
Y así es como, desde hace una semana, carromatos y tiendas exóticas no han dejado de transitar por los caminos de Arendia, todos cargados de elementos para la gran fiesta que los mercaderes, trotamundos y pillos han aprovechado para deslizar entre los guardias, cuyo talante es tal que los dejan pasar con apenas un pequeño soborno.
El evento promete ser el más celebrado en muchos años. Incluso los gitanos, que suelen ser poco apreciados en una ciudad tan opulenta y ostentosa como Vo Mimbre, son ahora aceptados, en la creencia popular de que sus bailes y algarabía conseguirán despejar el aburrimiento por largo rato.
Animados, los esclavos de la aristocracía de Vo Mimbre han tenido el permiso de un descanso para prepararse para el Carnaval y todos han derrochado sus míseros salarios en un buen tarro de cerveza, a la salud de a quien sea que se le haya ocurrido la grandiosa idea que llena las mentes de todos con su brillo.
Pero lo cierto es que nadie realmente sabe cómo surgió este idílico momento ya como un acuerdo establecido. Lo único en lo que todo mundo está de acuerdo es que, a su debido tiempo, están establecidas todas las carpas de colores radiantes, iluminadas por faroles de curiosas formas y llenas de toda la diversión que son capaces de crear aquellos que recorren el mundo en busca de maravillas poco conocidas por los demás.
Y así, pudieron verse en ese fastuoso día, al tragafuego que lanzaba al cielo llamaradas de su elemento, creando figuras ante los asombrados ojos de los espectadores; al bufón que, vestido con ropas dispares y una grotesca sonrisa, efectúa cabriolas y rimas ingeniosas para su público; a la bailarina, que como maga acuática, ejecuta sus apasionados pasos de baile invitando a los presentes a seguirla; al ilusionista, misteriosamente envuelto en ropajes cabalísticos, y con gestos elegantes y ambiguos, crea ante los ojos de los hombres las figuras que éste desea contemplar, llenando con su arte las brumas de los torpes aficionados.
Por todas partes podían oírse las escandalosas risas de los nobles ante el cuento picante de un tranquilo juglar y el entrechocar de los vasos de arcilla y metal al brindar por la felicidad mientras los ilusionados habitantes de Vo Mimbre se emborrachan hasta perder la consciencia.
En fin, una noche de fiesta. Una velada donde todos los que lo deseen son aceptados, donde las diferencias son olvidadas y escondidas para más tarde. Por un corto período de tiempo y a un módico precio, el Carnaval del Verano disuelve la realidad para entremezclar las maravillas con los deseos en una amistosa mezcla que esconde la pobreza de los siervos, el rechazo hacía los forasteros y la envidia mal disimulada de los humanos a las otras razas, para las que son o parias o enemigos.
No hay ningún rincón en este esplendor que no esté lleno de luz y calor. Con la notable excepción... de la última carpa del recorrido, envuelta en oscuridad y calma.
Un poco apartada de sus hermanas, como si quisiese remarcar la diferencia entre cálida bienvenida y reservado misterio, una tienda espera a que los viandantes aparezcan. Es de un raro color verde, como una esmeralda opaca que se funde con el verde pasto de una pequeña colina. El aire allí es más fresco, como purificado y en contraste con el saturado aire del Carnaval, donde los olores de sustancias prohibidas impiden un buen respirar.
A las afueras de esa tienda, engalanada con breves monedas de color oro en la cúspide, está sentada una mujer. Ésta es increíblemente hermosa y sus ojos oscuros resplandecen tenuemente cada vez que alguien se aparece cerca. Ninguno, no obstante, es capaz de soportar su mirada, que parece penetrar hasta lo más profundo del corazón de un ser, cargando en un instante con todos sus secretos y penas.
La mujer tiene el cabello muy rubio, pese a lo moreno de su tez y la pañoleta púrpura de la cabeza. De su fino cuello pende un amuleto de una estrella de siete puntas y los esbeltos y bien moldeados brazos parecen líneas gráciles adornadas con brazaletes dorados, que cascabelean al entrechocar unos con otros.
Su boca carnosa está curvada en una graciosa sonrisa, un poco estropeada por el tabaco que sostiene entre sus dientes, demasiado blancos. Las manos, de dedos largos y hábiles, sostienen un mazo de cartas, más no hay ninguna mesa donde apoyarlas. Su figura parece flotar en el aire y su vestido, entre negro y violeta, parece una extensión de ella y no una tela que la envuelve.
Una risa se adivina ahora en su mirada, como si estuviera viendo algo que los demás no son capaces de percibir. Entretanto, como distraída, barajea las cartas como si fuesen su juguete predilecto.
Y cada vez que más gente aparece por ahí, el frío se intensifica alrededor de todos ellos, borrando sus sonrisas y haciéndolos volver al bullicio de las otras partes del Carnaval.
Ninguno se atreve a acercarse a la gitana que espera, sin inmutarse por las respuestas de posibles clientes.
Pareciera como si, en esa noche gentil, la mujer no desease leerle el destino a nadie.
Las horas pasaban, en perpetuo silencio.


...


El Carnaval es la ocasión perfecta para curiosear sin hablar con nadie... o dirigirse a todo el mundo. El curioso aspecto de la muchacha que camina con paso vivo no sorprende a nadie y esa falta de atención para con ella le produce un intenso alivio.
Aunque no es tan desusado ver a un felino en algunas regiones del mundo, Vo Mimbre, no resulta, desde luego, un lugar apropiado para encontrar a personas como ella. Las grandes urbes tienden a desechar lo que no entienden y lo homógeneo es algo más que una regla no escrita. Es casi una ley ineludible, una verdad implacable.
Por lo pronto, Lyrana agradece no tener que esconder, por pura seguridad, las partes de su anatomía de las que se siente tan orgullosa.
Es delicioso sentir la brisa agitar sus sedosas orejas y acariciar su cabello revuelto, al que otra vez ha olvidado peinar. Sus pestañas se abren y cierran con serenidad, dándole un respiro a sus ojos verdemar. Le encanta agitar su cola larga y espesa, como si ronroneara de felicidad. Hoy, por lo menos, su falda de colores vibrantes y su blusa descuidada no serán objeto de miradas. Continuamente suele extraviar el conocimiento de que a muchos humanos no les gusta enseñar su cuerpo y no siempre es agradable que los hombres se te queden viendo. Algunas miradas tienen más que íntima admiración, después de todo.
La multitud, en cambio, es harina de otro costal. No es difícil esquivar a los visitantes distraídos que empujan y codean en un intento de encontrar un espacio y Lyrana es lo suficientemente hábil para lograr posicionarse al frente de cada uno de los espectáculos mostrados, admirándolos en primer plano y sin tener que esperar a que la gente se disperse para disfrutar de la noche.
La otra cara de esta moneda, claro está, es que por esa misma capacidad, tardó mucho menos tiempo en recorrer de punta a punta el Carnaval.
El humor de la felina la orilló a seguir caminando, en busca de algún otro entretenimiento, aunque sin mucho afán. No estaba aburrida, ya que había venido a la ciudad justamente por esta oportunidad y una sonrisa iluminaba sus facciones. Al menos por un rato, se había entretenido bastante.
Inmersa en lánguidos pensamientos y conducida por la marea de gente, sus pasos la llevaron a zonas menos pobladas. No le importó, le gustaba pasear disfrutando de la noche así, en ese clima templado propio del verano.
Comenzó a tararear suavemente para sí. Aquella noche cumplía años y, aunque no le gustaba la idea de estar acercándose un día más al término de su vida, siempre era bueno saber que el tiempo podía ser un aliado y no un enemigo. Años atrás, incluso hubiera recibido un regalo de sus padres...
Lyrana siguió caminando, distraídamente. Se preguntaba donde estarían ellos e interiormente les deseaba suerte en su viaje. No los extrañaba demasiado, por mucho que hubiese pasado desde la última vez que sus caminos se cruzaran. Después de todo, nada malo les había ocurrido. Simplemente, ella había seguido su camino y ellos el suyo.
Siguió caminando. Sus pensamientos se desviaron hacía la decisión que aún no había tomado, acerca del camino a seguir. Vo Mimbre ya había sido visitado, quería otro lugar más al cual ir. Estuvo repasando sus opciones, de forma ociosa.
De pronto, un sonido interrumpió sus reflexiones. Sus sensibles orejas cambiaron de posición para captar mejor y ella se detuvo.
Una voz muy dulce era transportada por el espacio. El canto era dulce y reconfortaba el corazón. Perdida en la melodía escuchada, a Lyrana le tomó unos segundos descifrar lo que ésta decía.


Más allá del mar está mi patria
Tan lejos como puede estar el cielo de la tierra
Más allá de las olas está mi casa
Donde las gaviotas mecen mi cuna, arrullando mi sueño.


Los versos volvieron a repetirse, esta vez cargados de nostalgia. Lyrana alzó la vista y anduvo hacía dónde provenía la voz.
Subió por el borde de una colina, apenas reparando en el suave silencio, tan desusado y diferente del ruido de más abajo. Siguió a la música y ésta la llevó frente a una mujer.
Ambas, oyente e intérprete, se miraron. Lyrana notó que la cantante tenía los ojos muy oscuros, como madera cálida y profunda. Le transmitía sensaciones muy extrañas, recuerdos que creía haber perdido. Una tristeza poco común en su alma la invadió y sintió deseos de llorar, más no apartó la mirada.
La voz de la mujer se extinguió dulcemente. La cola de la felina se agitó, como en protesta. Los ojos verdemar sostuvieron la mirada de la gitana.
- Que hermosa canción- susurró, sintiendo que su voz, por lo común alegre y cadenciosa, quedaba fuera de tono y lugar al desvanecerse la verdadera música.
La cantante sonrió pero no respondió a su comentario. En lugar de ello, apartó la tela de la puerta de la tienda y con un ademán amable, la invitó a introducirse en su tienda. Lyrana parpadeó sorprendida, pero la siguió.
De cien formas distintas hubiera podido interpretar la intención de aquella mujer, que por muy hermosa voz que tuviera, era una desconocida. Podría querer dañarla, embaucarla o incluso seducirla... y en cualquier otra circunstancia, en efecto, Lyrana no hubiera aceptado la proposición. No sólo por los riesgos... sino por su conocida claustrofobia.
Pero, en aquella ocasión y por alguna razón, no sentía miedo. La canción de la gitana la había conmovido y, por tanto, confiaba.
Penetró, pues, en la carpa y se sintió ligeramente asombrada. Ésta parecía más grande por dentro que por fuera, cómoda. Las telas, tan oscuras en apariencia que hubieran podido ahogarla, parecían breves velos translúcidos en el interior. Diversos almohadones mullidos poblaban el piso, como invitando a ocuparlos y una tenue luz danzaba en un candil, desterrando la penumbra de la noche.
La felina se maravilló ante esto, observando también como su anfitriona ponía una pequeña mesa circular en medio de la "estancia" y tomaba asiento en uno de los almohadones.
- Toma asiento, por favor- indicó amablemente la rom. Obedeció con su habitual fluidez y se aferró los brazos, sintiendo que un frío que había ignorado hasta entonces, se iba apoderando lentamente de ella.
La gitana advirtió su turbación y con la misma risa bailándole en los ojos, encendió con una cerilla una vela, que puso al centro de la mesa.
Fue como si ese gesto hubiera esfumado el viento. La calidez que la voz de la gitana había impreso a su alma se extendió a su cuerpo y la felina dejó de temblar. Ante esto, la otra mujer asintió aprobatoriamente y extendió la mano, con la palma hacía arriba.
- Mi nombre es Napolina- repuso con suavidad. Su invitada deslizó a su vez su propia mano, con el pulgar como garra y lo apoyó en aquella palma tendida.
- Lyrana- respondió en tono bajo, titubeante.
Era la primera vez que algo parecido le sucedía. La felina siempre era tan desenvuelta y extrovertida que sorprendía su presente timidez, tan anatema a su naturaleza. Los ojos de la rom eran profundos e intimidantes, después de todo.
La comodidad de la felina se había desvanecido. Estar en un espacio reducido aumentaba su nerviosismo y pensó en irse. No obstante, la voz de la gitana se alzó de nuevo en el silencio, cautivándola contra su voluntad.


Más allá del mar está mi patria
Tan lejos como puede estar el cielo de la tierra
Más allá de las olas está mi casa
Donde las gaviotas mecen mi cuna, arrullando mi sueño.


El cuerpo de Lyrana se relajó, posando los codos sobre la superficie de madera del mueble. Una sonrisa afloró a su rostro por fin y se calmó.
La gitana calló entonces. Pero luego, volvió a hablar.
- Te he cautivado, ¿no es así?- una risa gentil descendió por su garganta. Lyrana no dijo nada. Temía romper el hechizo que salmodiaba aquella voz, porque tenía la impresión de que algo horrible sucedería si aquella mujer callaba. Así pues, la dejó seguir hablando, cosa que hizo al cabo de unos instantes.
- Es un viejo canto de mi pueblo- contó su anfitriona- Suelen decir, entre los míos, que aquel que caiga bajo su encanto, está destinado a unir su alma con un futuro distinto...
Contra su voluntad, Lyrana respondió con suavidad.
- Yo no creo en el destino- declaró- Creo que cada quien labra su propia senda.
Sin embargo, le pareció que, mientras hablaba, la tristeza y la seriedad de su interlocutora aumentaban.
- ¿Ah sí?- musitó con igual delicadeza- Y es extraño que tú precisamente digas eso, que caíste bajo el hechizo de esas viejas palabras, cuando tu palma me habla de la libertad que será coartada por la amistad...
Lyrana se sintió turbada. Hasta entonces no se había dado cuenta de la sensación de estar siendo atraída por algo más allá de sus sentidos.
Era algo parecido a una llamada, a un eco de deseos sin satisfacer. Interiormente había respondido a esa invocación y experimentó algo parecido a la alarma.
- La facultad de un felino, es la de ser libre- replicó, como una negación de las palabras de la gitana, poniéndose en pie para irse. Le asustaba pensar que alguien pudiera tener poder sobre ella. El sentido común, volvía a imponerse.
Consiguió llegar a la puerta de la tienda y salir. La voz de la gitana, a pesar de todo, la siguió. Y, esta vez, el canto fue completo.


Más allá del mar está mi patria
Tan lejos como puede estar el cielo de la tierra
Más allá de las olas está mi casa
Donde las gaviotas mecen mi cuna, arrullando mi sueño.
Atravesando ilusiones, buscando la verdad,
Donde la luz de luna invoca el dulce canto del río
Estoy danzando un baile gitano.
Entre senderos abatidos por los giros del tiempo
Uní con mis pasos los corazones de seis almas libres.

[/i]


Di-Haoine del mes de Awsr. Año 851. Bosque Fronterizo


Viajar se ha vuelto algo más que un instinto. Ahora es una necesidad. Napolina la Gitana predijo que mi corazón quedaría atado a seis almas diferentes. ¿Quiénes podrían ser? No, no debo pensar. Huir, escapar.
Es lo mejor. ¿Se imaginan lo que podría suceder? Dicen que, cuando a uno de los de mi raza lo atrapa el amor, arraiga hasta tal punto que no hay poder alguno que pueda disolver esa lealtad. Y no es que me moleste ser leal, es sólo que, ¿Por qué debería atarme a cosa alguna?
La facultad de un felino es la de ser libre. Y yo tengo muchos planes para detenerme nunca. Así pues, llevo corriendo todo lo que puedo desde que he estado marcada. Trato de no cruzarme con nadie, pero esto se está volviendo un tormento. Los días son demasiado cortos y las noches están llenas de música.
La melodía no me abandona y mi corazón empieza a sentirse sombrío. Aunque no quiero, el hechizo busca a aquellos que quedaran entretejidos en la madeja de mi vida.
Y la canción nos une, nos obliga.
Ojalá no fuese tan hermoso. No sé cómo detenerme

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!Bienvenidos de nuevo, mis amados compañeros! Con este primer post abrimos la partida "El Canto de la Gitana" Por ahora, mis instrucciones como master son muy sencillas. Deben relatar cómo conocieron el canto de la gitana. Me gustaría que sus ideas fueran diferentes. Recuerden que no necesariamente el hechizo indica que los "elegidos" deban estar unidos por lazos de cariño, hay otras posibilidades. No hay orden de posteo en esta primera tanda, tienen hasta el próximo martes para postear. El miércoles haré mi siguiente post.
Espero que les guste.
*Fin de la transmisión*
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Loto Mädchengeist
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MensajeTema: Re: "El Canto de la Gitana"   "El Canto de la Gitana" EmptyJue Ene 13, 2011 5:30 am



“Más allá del mar está mi patria
Tan lejos como puede estar el cielo de la tierra
Más allá de las olas está mi casa
Donde las gaviotas mecen mi cuna, arrullando mi sueño.”


El sol brillando en rojos, naranja y un tono café a penas visible entre sus colores de fuego difuminados, pero el horizonte azul, turquesa al inicio se derrumbaba su tono hasta ser del azul más profundo que pudieras conocer. Con su brillo blanquecino acechando el mar, y el blanco de la espuma que hacen las olas al chocar con las arenas de la orilla del mar. Las blancas arenas finas como el azúcar, brillantes como el diamante más precioso. El aire… recorriendo como en un ensueño esta playa, blandiendo cual bandera el oro pálido de mis cabellos sedosos. Y mis ojos diamantinos fijados en ese horizonte colorido, con una nostalgia se alejan el sol, con un dolor ajeno me deja a solas lentamente. Pero la canción…

Esa canción que hacia noches escuchaba en mis cálidos sueños de primaveras y veranos, de las hojas amarillas caer a mis pies, de la brisa marina abrazar mi piel, en cada sueño desde hacia dos noches era la misma melodía. Con una voz casi divina, con un tono casi sepulcral. Acompañando cada sueño, único sitio donde nada es oscuridad. Donde he de observar cada color, cada detalle en el caparazón de un caracol, las líneas, las texturas a la vista, todo era solo en sueños… la luz de mi sueño.

Mis manos habían subido a mis mejillas, luego a mis sienes hasta llegar a mi cabello y recorrerlo con los dedos, mis uñas acariciaban mi cabeza haciendo un efecto de cosquilleo relajante, pero la canción extraña continuaba entonada. A mis oídos fielmente continuaba…

“Más allá del mar está mi patria
Tan lejos como puede estar el cielo de la tierra
Más allá de las olas está mi casa
Donde las gaviotas mecen mi cuna, arrullando mi sueño.
Atravesando ilusiones, buscando la verdad,
Donde la luz de luna invoca el dulce canto del río
Estoy danzando un baile gitano.
Entre senderos abatidos por los giros del tiempo
Uní con mis pasos los corazones de seis almas libres.”


¿Qué anuncias?

¿Quién lo anuncia?

La voz conocida por las veces que la he escuchado, desconocida porque no he de saber quien la entona, la canción sin sentido en apariencia. Pero anunciando algo en verdad. ¿Cómo lo se? Pues el espíritu se ha de manifestar de infinidad de maneras, en infinidad de sitios, con gente que nunca sospecharías, en formas que jamás imaginas. El espíritu impera con honores en donde le place. El espíritu navega donde el mortal no podría y conduce como nunca lo haría un ser físico. Y ahora fungiendo como paloma mensajera la letra de esa canción me abrumaba de una forma apacible, me entrañaba de manera ajena.

Mis manos volvieron hacia abajo, a mis costados y camine con paso calmo hasta que mis pies se humedecían e las arenas empapadas, esas mismas que se adherían a mis plantas, el agua lentamente empezaba a subir a mis tobillo, y volvía hacia la profundidad, era el suave oleaje. Al que me adentraba, hasta que mi cintura se vio abrumada por la frescura salada del mar, de un azul turquesa casi brillante, tanto que resplandecía mucho más que el cielo mismo. La belleza que la naturaleza nos ofrece, no tiene ningún limite, solo uno, si, la propia ceguera, la voluntaria, la amargura que venda los ojos de mucha gente. Ese es el único impedimento. Pero incluso yo que soy una ciega natural, puedo ver todo ello.

El agua se movía como si fuera un arrullo nocturno, adormeciendo... y entonces un cantar conocido a lo lejos pude escuchar, eran las aves. Hermosas aves entonando un son único y melodioso. Acompañando esa canción que me persigue… tengo que saber porque… entonces todo se tornó oscuridad.

Había despertado.

Había vuelto a la oscuridad eterna que me ha hecho su presa. Por siempre.

Suspire estando sobre la cama, era la de una dama hermosa, a quien conocí hace un par de meses, y vivía con ella, le enseñaba algunos rituales espiritistas, y ella me estaba enseñando sobre algunos tantos para traer mucha más paz a mi mente, y poco a poco superar ese miedo a los oscuros. A los seres hijos de Bairack.

-¿Loto? ¿Te has levantado ya?

La voz cantarina y amable de esa chica me hizo girar la cabeza hacia donde la escuchaba, estaba en la estancia de comedor y horno. Si, era una mujer panadera, con un gran horno de leña en casa. Y ya comenzaba seguramente a prepararse para hacer los panes del día. Levante despacio mi torso mientras le respondía.

-Estoy a punto de ello, buen día Esti.

Cuando estuve sentada en la cama acomode con las manos mi cabello, aunque nunca amanecía con él enredado, pues no me solía mover demasiado al dormir.

-Buen día también, entonces te espero, así haremos el pan.

-Claro, no tardaré.

Ella se alejó, la había escuchado tras esa cortina de aros de madera. El cuarto no era muy grande, pero ella tenía dos camas, una era de su antiguo esposo, pero él la había dejado por una mujer de burdel. Lo que me resultaba casi un insulto, y no por lo que se dedica esa mujer, si no por que el se atreviera a desvalorizar a una mujer tan fuerte, emprendedora y muy espiritual. Pero al parecer fue eso, fue su desden por lo carnal, el que ella valorase por muy alto su espiritualidad antes que aquello físico o terrenal.

Es una lastima que exista gente que no aprecie sus regalos.

Pero como no podría meterme demasiado en su vida privada, mejor me atenúe en cambiarme las ropas y salir de la habitación, lavarme el rostro con un poco de agua del cántaro en el patio, ella atravesaba la estancia de ahí a allá con los ingredientes, olía la harina y la mantequilla. Me volví a acomodar el cabello y ya fresca fui a ayudarle a preparar el pan. Amasando, puesto que pocas cosas en ese tipo de actividad puedo ejecutar.

La textura de la masa iba a volviéndose menos pegajosa para ser más espesa y fácil de manejar, eso hasta que tomando la medida en la forma en que ella me enseño comencé a formar las bolitas de masa que al hornearse serían panes calientes y deliciosos. Ella los hacia en realidad con tal amor que sabían incluso mejor.

-Sabes… anoche he tenido un extraño sueño.

Dije con calma mientras mis manos continuaban laborando, escuche que ella tomo una silla y se sentó mientras amasaba otro tanto también. Aspiro algo de aire y se aclaro la garganta.

-Mmmm cuéntamelo, ya sabes que a mi me gusta mucho ese tema. Los sueños, nos enseñan cosas que pasamos por alto, pensando que son irreales… pero no es así.

Asentí despacio.

-Así es, es por eso que quiero que me ayudes a entender… en cada sueño, sea lo que sea, hay siempre una canción. Con la misma voz. Y se repite en mi cabeza todo el tiempo… sería como algo así:

“Más allá del mar está mi patria
Tan lejos como puede estar el cielo de la tierra
Más allá de las olas está mi casa
Donde las gaviotas mecen mi cuna, arrullando mi sueño.
Atravesando ilusiones, buscando la verdad,
Donde la luz de luna invoca el dulce canto del río
Estoy danzando un baile gitano.
Entre senderos abatidos por los giros del tiempo
Uní con mis pasos los corazones de seis almas libres.


Ella pareció callar para meditarlo, mientras tanto yo había terminado mi parte y fue cuando ella se levantó y trajo las palas de madera, donde colocaba las bolas de masa.

-Es como si te anunciara algo futuro ¿sabes? Espera, ten paciencia Loto, las señales llegaran a su tiempo. Siempre lo hacen.

Sonreí de medio lado con cariño, esa mujer era sabia, tendría unos treinta años, no le he preguntado, pero su hablar, su sabiduría, además de que su hija tenía ya catorce años, me indicaba que era mas grande. Una mujer con una vida dura, que tuvo que ver partir a su hija embarazada de un joven guerrero… y ver a su esposo traicionarla. Y aun con ello se levantaba cada día con el optimismo de que un día su vida mejoraría, aunque indicaba siempre que no tenia mala vida.


[…]


Ella nació y creció en Vo Mimbre. Y vendía panes desde muy joven, de hecho me cuenta que fue porque su madre vendía también, y la tradición se le fue heredada. Pero en fin, unos días después de aquella conversación, yo estaba sentada en el jardín, un pequeño jardín, regando agua a algunas de las flores que ella cultivaba, y llegó emocionada. Exaltada diría yo. Había llegado gritando mi nombre creo que metros antes de si quiera entrar a su casa, y al llegar hasta mí me había tomado de los hombros y besado la mejilla. ¿Por qué? Resultaba que le habían ofrecido trabajar su panadería en Vo Wacune… y además con un buen sueldo.

Yo le había dicho que trabajar para alguien nunca suele ser la opción más viable, pero si ella pensaba que era lo más conveniente… pues era su decisión y yo no puedo hacer mucho para cambiársela. Tardamos unos días en vender sus cosas, y prepararnos para el viaje, quería que la acompañara. Y que viviera más tiempo a su lado. Yo la ayudaba y ella a mi así que podríamos continuar juntas. Creo que ya éramos bastante amigas a esas alturas.

Emprendimos entonces dicho viaje en su caballo. No era muy largo el trayecto pero había resultado pesado, eso si. Sin embargo nada iba a detenerla en su determinación, al menos a ella nada la detuvo…

Habíamos llegado al bosque fronterizo, según me dijo ella, y ciertamente ese sitio tenía un pesado aroma a melancolía, muerte, dolor. Como si fuese una bruma espesa la que llegara hasta mi nariz y casi no me dejase respirar… muerte. Soledad y dolor. Pero no había estado preparada para esto… cuando escuchamos chillidos bestiales, casi quedábamos sordas. Pero después vino un silencio…

-Esto esta muy mal… Loto…

Mis manos estaban tensas, el peligro podrías casi olerlo aquí.

-Avanza, no te detengas, vámonos ahora mismo, ya estamos a la mitad del camino, ¿verdad?

Su voz ya sonaba temblorosa cuando respondió:

-Si… s… si. No me detend…. ¡No puede ser!

Un sonido detrás de nosotras se hizo presente, como el tronar de ramas duras bajo un cuerpo pesado y apremie a Esti a huir. Y eso hizo… cabalgó con una velocidad exigente para el pobre caballo. Pero algo no iba bien, bueno ya nada iba bien, solo empeoraban las cosas ella anduvo por un área que hizo al caballo rechistar y al echar su cuerpo hacia atrás me había tirado al suelo… y el caballo sin control alguno se fue con ella encima mientras gritaba mi nombre…. Era tarde y mejor que no volviera. Yo por lo mientras me levantaba de donde había caído, y mis manos y piel tocaron varas… como… ¿huesos? Me dio un tanto de miedo lo que hubiera pasado ahí para haber demasiados huesos regados… cuando pude levantarme, sostuve mi brazo derecho que se había lastimado al caer… y un gemido de dolor emití.

-Señales ¿no? oh… ¿Qué me espera aquí sola?

Mi voz se fue como un suspiro al viento… no sabía en que dirección irme pero el miedo del peligro a mi alrededor me estaba aprisionando ahí.
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MensajeTema: Re: "El Canto de la Gitana"   "El Canto de la Gitana" EmptyMar Ene 18, 2011 9:40 am

Aquella noche las calles estaban completamente vacías, parecía como si todos se escondieran de la trágica luz que despedían las lunas al unisonó, para mí, era excelso sentir ambas energías, tan extraño como peligroso, la luz de Phobos se filtraba solo un poco detrás de su hermana, lo cual sin duda era símbolo de alguna catástrofe, pero para mí, aquello significaba que ahora contaba con la libertad de transitar por las calles sin ser molestado, agredido, insultado, vaya, ni siquiera juzgado, pues todo aquel que estuviera en la calle podía correr un destino atroz, la vista era tan pacifica, que incluso empecé a tocar la bella flauta que había adquirido recientemente, mis labios fueron a ella y la música empezó a surgir como un torrente, las calles se llenaron de aquel sonido nostálgico y triste, no conocía la canción, simplemente llegaba a mi mente y salía de la flauta como un rio que empieza a recorrer la montañas.

El sonido seguía y las calles aun se encontraban despobladas, demasiado incluso para las supersticiones, fue entonces que mi montura se encabrito, se elevo en sus cuartos traseros y yo trate de sostener las riendas para calmarla, pero no podía, la música continuaba fluyendo incluso en contra de mi propia voluntad, poco a poco, se empezó a escuchar el sonido de una lejana canción, aun sin poder distinguir las palabras, aquella melodía empezaba a acompañar la música que no dejaba de fluir.

Ahí la pude ver, a la tenue luz de las lunas, se encontraba aquella niña que muriera en mis brazos en las montañas de Drasnia, pero era imposible que estuviera ahí, yo mismo había visto su cadáver, lo había sostenido entre mis manos, después aquel cuerpo había sido devorado por los lobos, sin duda no podía ser ella, pero ahí se encontraba, sin embargo de otro callejón surgió otra figura familiar, esta vez era una anciana, recordaba el suicidio de la misma y después de ella otra, y otra, y otras más, las figuras de aquellas personas que habían muerto en mis manos o por mi causa poco a poco empezaban a hacer acto de presencia en aquella noche.

El sonido de la flauta continuaba, su música taladraba ahora mis oídos y llegaba hasta mi mente repitiéndose en ecos infinitos y terribles, las voces de aquellas almas empezaban a hacer mella en mi alma y sus tenues risas se filtraban hasta la fuente de mis temores, el caballo seguía encabritado, brincando de un lado hacia el otro, tratando de huir pero detenido por una fuerza invisible, entonces la canción sonó en el mundo como si fuera el único sonido, los cascos del caballo, el sonido de la flauta, los relinchos del animal, el viento, todo, por un instante guardo silencio.

Más allá del mar está mi patria
Tan lejos como puede estar el cielo de la tierra
Más allá de las olas está mi casa
Donde las gaviotas mecen mi cuna, arrullando mi sueño.
Atravesando ilusiones, buscando la verdad,
Donde la luz de luna invoca el dulce canto del río
Estoy danzando un baile gitano.
Entre senderos abatidos por los giros del tiempo
Uní con mis pasos los corazones de seis almas libres.


Fue hasta entonces que pude soltar la flauta, la guarde presuroso entre mis ropas al mismo tiempo que desenvainaba las espadas.

- ¿Quién está ahí?, muéstrate de una vez maldito ilusionista, si crees que me voy a tragar estas patrañas estas muy equivocado.

Entonces un sueño apareció en el mundo, algo con lo que solo había pensado, un personaje de las más oscuras calles de mi mente, un poderoso mago se alzaba frente a mí conjurando el mismo hechizo que me diera la apariencia que tengo, sus manos se llenaron de rayos y el sonido de la atmosfera crepitante quemándose con el contacto de aquella energía me llenó el alma de ira; desmonte de un salto de mi caballo y me lancé contra aquel ser culpable de la mitad de mis desgracias, sabía que era una ilusión, pero aquella figura aun informe hacia que mis más oscuros deseos de muerte llegaran al mundo, así que no me importó descargar la ira contra aquella visión, sin embargo lo siguiente en ocurrir me sorprendió de manera alarmante; el golpe dio de lleno contra mi cuerpo y fui lanzado contra la pared de una de las construcciones, mi ropa quemada y el cuerpo doliendo como aquella vez, sin embargo esta vez la descarga no había sido tan potente, debido en gran medida a que mi ataque había sido demasiado veloz, por lo que el hechizo no se había terminado de realizar, pero justo cuando me disponía a creer que por fin tenia ante mí al mal nacido que me arrancara de mi familia para algún extraño fin, aquella figura se desvaneció en el aire y de nuevo aquel coro se repetía en el mundo.

Más allá del mar está mi patria
Tan lejos como puede estar el cielo de la tierra
Más allá de las olas está mi casa
Donde las gaviotas mecen mi cuna, arrullando mi sueño.
Atravesando ilusiones, buscando la verdad,
Donde la luz de luna invoca el dulce canto del río
Estoy danzando un baile gitano.
Entre senderos abatidos por los giros del tiempo
Uní con mis pasos los corazones de seis almas libres.


Siendo esta vez aquella anónima niña la que llegara hasta mí con el tormento de esta mente confundida que busca ahora en los rayos de la luna la fuerza necesaria para salir de esta pesadilla.

- ¿a que le temes tanto Suspiro?, ¿acaso el destino es tan cruel que huyes de él a costa de tu cordura?

De nuevo las figuras fantasmales de aquellos que habían caído por mi espada se arremolinaban en todas direcciones, hablaban, reían, me miraban como se mira al niño que no entiende lo que sus padres hablan, sus ojos profundos mostraban miedo, desesperación, tristeza, aquellas animas habían acudido a mí con el fin de darme a conocer un extraño mensaje en una lengua que yo no entendía, repitiéndose una y otra vez las escenas de sus muertes, oyendo cada vez más fuertes sus gritos de agonía, el mundo dando vueltas, los colores mezclándose, la luz y las sombras danzando macabramente como empujadas por las manos de un dios loco y demente que no ha sabido bien donde colocar la carne y el espíritu, pero atrás de todo ello, como las campanadas de una iglesia, la copla no paraba de sonar.

Más allá del mar está mi patria
Tan lejos como puede estar el cielo de la tierra
Más allá de las olas está mi casa
Donde las gaviotas mecen mi cuna, arrullando mi sueño.
Atravesando ilusiones, buscando la verdad,
Donde la luz de luna invoca el dulce canto del río
Estoy danzando un baile gitano.
Entre senderos abatidos por los giros del tiempo
Uní con mis pasos los corazones de seis almas libres.


De pronto todo cesó, los espectros se habían ido, la música había parado, el mundo de nuevo encontraba formas nítidas y mi montura estaba tranquila, pero una última visita me fue dada, al dar la vuelta buscando las riendas del caballo, la pequeña estaba de nuevo ahí, observándome con esos grandes ojos que solamente las almas puras tienen, pues en ellos se refleja la inmensidad y la gracia, sus manos sostenían algunas flores, eran blancas, con grandes pétalos y gotas de rocío en sus hojas.

- No venimos a lastimarte, simplemente a darte un mensaje, uno que tal vez salve más vidas de las que podamos imaginar, uno que te de algo por lo cual pelear, algo que te haga olvidar tu soledad.

Y así se desvaneció en el aire, como si nunca hubiera existido, como si aquello hubiera sido solo un sueño, pero al volver la vista al suelo, una de aquellas flores se encontraba ahí, esperando por mi mano, esperando a ser tomada; no dude en alzarla, y al tocarla de nuevo aquel canto se repitió en mi mente, pero esta vez como un murmullo, como las olas del mar cuando duermes en la playa, ya no era el apremiante estruendo de un huracán, ahora solo el palpitar de la marea que te recuerda que el océano te espera.

Fue entonces que una fugaz sombra se deslizó por el rabillo del ojo, solamente un nuevo fantasma que me jugaba bromas; está de más decir que nunca he sido gran fanático de la magia, pero en esta ocasión pensaba hacer una excepción, así que aborde al caballo y seguí a aquel ser, espolee a la bestia a todo galope, las nuevas herraduras probaban ser un implemento extraordinario, la noche seguía su curso y el animal volaba por los caminos, la sombra seguía, no importaba que tan rápido fuera, aquel ser lo era mucho más.

La media noche pasaba, las estrellas seguían su curso y la luz de Phobos se iba perdiendo, entonces por alguna extraña razón supe que mi guía no podría seguir después que el sol iluminara el mundo y el queso verde se ocultase. No sabía dónde estaba, solo sabía que faltaba poco para el amanecer y que era imperioso que llegara a mi destino, lo sentía en ese momento en la sangre, en los huesos, me quemaba, me ardía la piel solamente en pensarlo, pensar en un destino, tal vez en la solución a mis preguntas, tal vez para encontrar aun mayores, pero no podía dejar de avanzar, mi propia montura parecía posesa, corriendo sin cesar, de pronto nos empezamos a adentrar en un bosque, pero no importaba, el animal seguía persiguiendo a su presa como si la vida le fuera en ello.

Fue así que el primer rayo del sol desvaneció a nuestro espectral guía, nos encontramos en medio del bosque fronterizo, sin una pista, sin haber alcanzado a conocer el significado de aquellas palabras que trataban de regresar a mi mente una y otra vez, pero que no podían concretarse, las mismas las había escuchado en sueños, traídas hasta mi por mi propia culpa y desesperación, había creído que Bairack me mandaba al fin una respuesta a mis plegarias, que al fin encontraría un motivo para seguir con la parodia que se hacía llamar mi vida, pero el sol me había arrebatado a mi guía, el tiempo había jugado en mi contra y la velocidad del más veloz de los corceles no hubiera sido suficiente.

Ahora estaba solo, perdido, sin esperanzas, porque al fin había visto una respuesta, al final, algo, sin importar el que, algo me había escuchado, en las noches preguntándome si hago bien, en los días imaginando cual habría sido mi destino si una sola de las calamidades que me han llevado por cada una de las sendas, hubiera sido diferente.



Ahora la canción retornaba a él, el lejano canto se repetía en su mente y ahí, en medio del bosque, tras una noche donde espectros del pasado y probablemente fantasmas del futuro le habían brindado una esperanza, el oscuro caballero llevo una vez más la flauta a sus labios, el sonido cruzo el bosque, llenó el ambiente, el calor del sol comenzó a dar en su piel, la oscura capucha fue removida de su sitio, el largo cabello ahora se encontraba amarrado a su espalda y sus ojos miraban sin obstáculos las hojas que caían una a una de la copa de los arboles. Las notas se extendieron hacia el mundo, con la esperanza de que aquellos que le habían guiado, no olvidaran mostrarle el resto del camino; las palabras seguían sin llegar hasta su mente, aquella copla fuera profética o no, hubiese sido una pista o una distracción, ahora estaba en el valle del olvido, pero la melodía, aquella música seguía desbordándose desde su mente y era transformada por su mágico instrumento en aquellas palabras que no podía pronunciar “he escuchado su llamado, estoy aquí esperando mi destino”
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Moira Affagdu

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MensajeTema: Re: "El Canto de la Gitana"   "El Canto de la Gitana" EmptyDom Feb 20, 2011 12:41 pm


Más allá del mar está mi patria
Tan lejos como puede estar el cielo de la tierra
Más allá de las olas está mi casa
Donde las gaviotas mecen mi cuna, arrullando mi sueño.
Atravesando ilusiones, buscando la verdad,
Donde la luz de luna invoca el dulce canto del río
Estoy danzando un baile gitano.
Entre senderos abatidos por los giros del tiempo
Uní con mis pasos los corazones de seis almas libres.


Hace muchas noches que el canto martillea la mente agotada de la vampiresa. Trata de sustraerse ante la cantinela y no lo consigue. Más esto carece de casi toda importancia: ¿Cómo va a ser relevante, cuando la tristeza que la abruma no mengua y la atormenta sin cesar?
Lo cierto es que ya nada podría sorprenderla. Si el destino decide atarla aún más a su sufrimiento, ¿Qué puede hacer ella, que no fue capaz de salvar a su pueblo, de amar a su hogar, de sustraerse a su perdición?
No hay nada que realizar y lo sabe muy bien. Camina, cansada, por los bordes del bosque verde aquel, sintiendo en sus pies descalzos los huesos tumefactos de miles de muertos. La perspectiva debería asustarla, pero esto no ocurre; más bien, la llena de una extraña ilusión. Algo del cuerpo abandonado queda en la tierra, aunque el alma vuele libremente al cielo... o al infierno.
Es interesante, en su opinión, la manera en que se aferra a cualquier destello de vida cuando su legado es muerte. Ella, que conoce los sagrados círculos del descanso de la vida, que ha viajado en la barca de Caronte, que ha visto con ojos enfebrecidos la ruina de toda su raza...
Sería de locos pensar que puede tener un poco de miedo por el futuro que le espera.
El problema, reflexionó Moira mientras arrastraba los rastros enfangados de su larga capa negra, es que ella estaba loca. Aunque no consiguiese temer lo inevitable, había una reminiscencia de algo en el fondo de su alma.
Quizá fuese exaltación. Mejor, quizá. Premonición.
¿Servían para algo los versos que venía cantando cada mañana desde hacía una semana? Al margen de su significado, ¿Guiarían su camino, despejarían las sombras?
Imposible. Pero nada era demasiado imperdonable a aquellas alturas. Estaba agotada. Se acercaba el día.
Y por los dioses, debía descansar.
Súbita, dolorosamente, miró hacía la vegetación. Oía ruidos, más no era capaz de distinguir si provenían del follaje o de su revuelta masa cerebral. ¿Cómo podía diferenciar entre sonidos? Ambas cosas le eran familiares, amenas, reales.
¿Cómo puede un loco diferenciar entre sustancia y ficción? ¿Es que debe hacerlo?
La muchacha se tumbó, sin ganas de dilemas, en las hojas de pinos caídas. Hecha un ovillo, reconoció en si misma la necesidad de respirar. Estaba harta de caminar y la brisa era tan suave y cálida...
Cerró los impresionantes ojos con un gemido de alivio. Los troncos hablaban de viejas batallas y de la tristeza de la tierra al ser profanada por las armas y el fuego. Moira no les prestó atención. En el pasado, había oído lo suficiente de aquellas voces como para aprender lo que debía saber y lo que no.
No necesitaba que la informasen de viejas noticias. Estaba ya al tanto de la necedad de los arendianos; prefería, con mucho, disfrutar de la callada soledad del pequeño claro mientras ahondaba en sus fuerzas y en su voluntad para cavar en la tierra.
Aquella noche, no tenía ganas de buscar un refugio más apropiado. Es más, ni siquiera tenía ganas de continuar. Era infinitamente dulce estar allí, solitaria e inmóvil, escuchando el canto del viento, meciéndose, soñando despierta...
Sabía que era peligroso descuidarse en aquel lugar. Lo frondoso de las copas de los pinos, los oyameles y los robles la hacían recordar con nostalgia tiempos pasados. Memorias de sueños olvidados y quebradizos que la harían pedazos al rememorarlos. No obstante, no veía por qué negarse aquel pequeño placer repleto de escondida agonía: estaba sola y podría llorar a gusto si así lo deseaba.
Fue cayendo lentamente en un suave sopor. Su cuerpo fue relajándose poco a poco y sus manos aflojaron su tensión.
En pocos minutos, la Visión comenzó. Y de su cabeza desapareció la letra de la canción gitana.
A pesar de ello, la melodía la acompañó incluso en sus recuerdos.



- !Despierta, Zillah! Hermano mío, debes obedecer mis palabras en estos tiempos de necesidad...
La senescal de Tinieblas miró a aquel hermoso hombre con honda y sincera preocupación en sus ojos, tan azules como el mar más profundo. Como siempre, las dagas afiladas que constituían los ojos verdes del otro vampiro devolvieron aquella mirada con obsesiva intensidad.
- ¿Qué debo hacer, Novia de la Plaga?- preguntó el varón con su habitual tono ardiente, el que auguraba penumbra, sin protestar por haber abandonado su cómodo lecho. Nunca había puesto a prueba la autoridad de su soberana, no desde que hubiera comprobado que era de verdad. Y, aunque en otras circunstancias más gratas la hubiera arrastrado de regreso a sus codiciosos brazos, hacía muchas noches que compartía la cama con la soberana y hacía tiempo que conocía cada una de las curvas que deseaba con delirio infinito. Aquel placer, por lo menos, podía esperar. Percibía en Victoria Düsterheit un miedo apenas disimulado como jamás había experimentado ni volvería a experimentar y no deseaba averiguar la causa hasta conocer la tarea que debía emprender. De ese modo, al menos, no escaparía para salvarse sin ayudarla un poco.
La mujer guardó silencio mientras seguía mirándolo largamente. Aquella era la despedida más dolorosa de todas. Incluso aunque estuviera imposibilitada para amar hasta lo imposible a aquellas facciones maléficas y al brillo de sus dementes ojos, ella estaba unida a él por un lazo que nadie podía romper o entender. De haber podido, y ambos lo sabían bien, lo habría amado hasta la locura y jamás lo hubiera abandonado sin antes decírselo.
Pero la suya jamás había sido una historia blanca y dulce. Había sido un cariño corrupto, maldito y depravado. Él la mataría antes que darle su bendición. Y la obedecía porque ella ya había enloquecido, no necesitaba sus artes para dañar lo ya quebrado.
Y también a causa de ello, Zillah tampoco diría adiós ni la extrañaría al marcharse.
Tan sólo quería saber por qué iba a arriesgarse en aquella ocasión. ¿Merecería la pena, tanta sangre y rabia derramadas?
Aparentemente sí.
- Cuando muera, reza por mi alma a mi señor Malkav. Que tenga la fuerza para hacer lo necesario- susurró de pronto la soberana, pálida como la cera, como el alabastro más fino- Y guarda mi secreto mientras pueda mantenerlo.
¿Me lo prometes, Zillah? ¿Qué te quedarás para guiarme cuando regrese?
Zillah enarcó una fina ceja. Que delicioso y ambiguo era, recordó Victoria, con el fuego de sus ojos verdes quemándola por dentro, con los labios rojos prometiendo el mayor de los pecados...
- Márchate- siseó su hermano, las uñas clavadas en su blanco pecho de fémina- Yo te arrastraré cuando el momento llegue. !Y por los siete infiernos que te maldeciré si no lo consigues!
El hombre hundió sus largas uñas cristalinas en su pelo negro, enterró su boca ensangrentada en los labios tibios de ella y la apretó contra su pecho como si quisiera arrebatarle el último suspiro. La besó con una pasión repleta de violencia y la hizo ponerse de hinojos. Mantuvieron esa posición por largo rato, los brazos de la soberana aferrados a su torso y temblando como si fuese un álamo azotado por el viento.
Al fin, Victoria de Sombras se puso en pie para marcharse. Sentía la sal y la sangre de las lágrimas de ambos en sus mejillas y las saboreó con solemnidad antes de irse.
Dedicó una última sonrisa triste al hombre que dejaba antes de partir. En el fondo sabía que nunca más volvería a verlo, al menos no como lo que era entonces.
¿Por qué los dioses oscuros no habían protegido a aquel hombre, que le había sido tan necesario como la sangre y la corona?
¿Es que el que hubiera muerto pronunciando su nombre no había significado nada?
Entre sus manos, apretada como si temiese dejarla escapar, la Senescal llevó en todo el camino la pañoleta que Zillah solía usar en los cabellos para adornar el dorado de cada mechón...



Moira despertó repentinamente. El suave arrullo del murmullo de las hojas propias de la estación había cambiado de ritmo y sentido. Ahora, casi frenéticas, las ramas de los encinos gritaban repetidamente la palabra peligro sin dudar ni por un instante. Alzó los ojos a los cielos, tan secos que le quemaban.
¿Se acercaba el día?
No, eso no hubiera asustado a los árboles ni a las piedras. Algo más se acercaba y la vampiresa sintió curiosidad. ¿Qué había despertado en aquel bosque que pudiera ponerla en un apuro?
Se puso en pie con mucho cuidado, sosteniendo entre sus dedos dos de sus esferas de cristal. No era ni la azul ni la verde, porque si veía aquellos colores se echaría a llorar como una niña. En cambio, daba vueltas a la esfera naranja y a la violeta. Intentó calmar el pulso alocado de su normalmente casi paralizado corazón y espió la suave oscuridad que la rodeaba. Aunque un ataque la hubiera dejado un tanto indiferente, no podía sustraerse a la necesidad de estar segura de lo que pisaba aquellos caminos olvidados por la mano del hombre.
Se irguió repentinamente al identificar un sonido, lejano aún pero ya perceptible.
Cascos. De caballos. ¿Quién cabalgaría en semejante noche por el Bosque Fronterizo?
Moira ladeó la cabeza para escuchar mejor. Empero, una letanía la ensordeció nuevamente. Sin poderlo evitar, dejó caer una de las esferas con una maldición en los labios.
!Era aquella canción, otra vez! Ojalá su mente pudiera olvidarse ya de ello...
¿Qué significaba, de todas formas? No tenía sentido.




Más allá del mar está mi patria
Tan lejos como puede estar el cielo de la tierra
Más allá de las olas está mi casa
Donde las gaviotas mecen mi cuna, arrullando mi sueño.
Atravesando ilusiones, buscando la verdad,
Donde la luz de luna invoca el dulce canto del río
Estoy danzando un baile gitano.
Entre senderos abatidos por los giros del tiempo
Uní con mis pasos los corazones de seis almas libres.



La vampiresa tarareó la melodía, agachándose de nuevo para recoger su esfera. ¿Es que las proscritas tenían un hogar?
Ella lo había tenido, se obligó a recordar. Hacía muchos años, entre las caricias dolorosas de su hermano, ella había pensado que se sentía en paz.
Pero Zillah... ya no estaba más ahí, ¿Verdad? Por un instante, la más terrible lucidez invadió a Moira, dejándola sin aliento y sin vida. Zillah había muerto junto con sus hermanas hacía más de cien años, abandonándola a su suerte, torturándola con su ausencia. Jamás volvería a mirarla con sus impacientes y rutilantes ojos, ni oiría su apasionada voz al pronunciar lo impronunciable ni lo contemplaría seducir a sus otros amantes mientras cortejaba a la luna.
No habría nunca más ojos tan verdes como los suyos...
La cortina de oro de su Fiebre cayó de nuevo sobre los ojos de Moira. Todas sus certezas y la verdad demoledora desaparecieron en el Caos de su marchita consciencia. De pronto, sólo era consciente de que debía moverse de allí y rápido.
- Debemos darnos prisa, hermano- dijo con tono extrañamente cariñoso y medio ausente- Aún falta un poco para que nos alcancen, ¿No es cierto? Necesito descansar un rato y tú debes curarte esa herida.
La muchacha se sobresaltó como si hubiera sentido algo demasiado fuerte para ser expresado.
- !No me mires así!- exclamó, mirando a su izquierda- Sabes que tengo razón...
Con una sonrisa bailándole en las pupilas, aparentemente satisfecha, la vampiresa comenzó a caminar en dirección al sonido que había escuchado

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