Flechas De Hielo. ~

Aquello realmente era un verdadero caos. Las mujeres corrían de un lado a otro, llevando a sus hijos en brazos, metiéndolos en las casas, mientras sus maridos intentaban sin mucho éxito calmarlas. Unas personas se habían acercado a las rocas donde habían caído los chicos. Salen sacudió la cabeza con furia. Con tanta agitación los pobres Aquamis terminarían huyendo.

- Tranquilos, sssshhhh, paciencia, solo esperad un poco y nos iremos.

No había terminado de hablar cuando se dio cuanta de que Awiass tenía el rabo completamente recto y el pelaje erizado, las orejas de punta y observaba a un grupo muy diverso que se acercaba. Un Elfo iba al frente, montado sobre un caballo, con una Elfa detrás. El elfo bajó del caballo y Salen pudo observar con claridad sus verdes ropajes y el carcaj de cuero cruzado sobre el pecho. La elfa, por su parte, llevaba un vestido verde con una capa. Tras de ellos Salen pudo advertir un hada que venía volando sin resuello. De repente se giraron y otro elfo apareció de entre dos casas, con un lobo, y un halcón descendió y se posó por allí. Awiass, que era bastante más grande que el otro lobo, dejó de gruñir y se puso derecho. El elfo recién llegado intercambió unas pocas palabras, y tras eso, otro hadita salió de su bolsillo.

Salen no pudo por menos que arquear las cejas. Definitivamente eran un grupo curioso, como poco. Pero le sorprendió más el hecho de que uno de los elfos, el que parecía el jefe, se le acercó corriendo. Lucía una gran sonrisa, y Salen le respondió con otra igual de cordial, pero mantuvo la calma y se puso en guardia. Era una sonrisa demasiado cordial, y no era la primera vez que un elfo intentaba robarle. Como distraído, aflojó las empuñaduras de sus dos espadas cruzadas en la espalda. Luego hizo una señal a Awiass para que retrocediera, y él le ignoró deliberadamente, es más se adelantó dos pasos y se tumbó en el suelo. Era un Lobo muy fiel y cariñoso, además de bastante útil, pero desde luego, no obediente.

- Te ofrezco protección, a cambio de prestarnos esos Aquamis, podrás venir con nosotros, si observas detrás de mi podrás ver como el bosque a lo lejos comenzó a quemarse -El elfo hizo una pausa y le observó con preocupación- ¿ Entonces, nos prestarás los Aquamis ?

Salen intentó no hacerlo, pero no pudo evitar soltar una carcajada sarcástica. Desde luego, si uno no iba a la aventura, la aventura venía a uno.

- ¿Vosotros me vais a proteger a mi? Perdona que lo dude, pero bastante tendréis con defender a esas hadas, aunque por suerte he salido bien parado de situaciones peores que un incendio y un poco de mal tiempo. Aun así, sí, os dejaré mis Aquamis, y me gustaría acompañaros, pero tranquilos, no necesito vuestra protección. Aun así os lo agradezco.

Salen le asintió y se apartó a un lado, y observó con preocupación las llamas. Desde luego que había salido bien parado de algún que otro incendio, pero eso no hacía remitir su fobia al fuego. Tuvo que centrar la mente en el cadáver ensangrentado y decapitado de su amigo de juventud, el hijo de su líder, que él mismo había matado. Eso le dejaba la mente vacía de pensamientos y le permitía pensar con calma. De modo que, ya con calma, evaluó al resto del grupo con expresión imperturbable. Tres elfos y dos Hadas. Y los animales.

- Las hadas tendrán que ir agarradas a alguno de vosotros o a mí, y los animales podrán seguirnos si saben nadar. Si no, Awiass puede guiarlos a un lugar seguro del bosque donde pueden descansar y ocultarse. Allí no correrán peligro. Organizaos rápido, y si alguna hada quiere montar conmigo que monte, si no que se agarren a vosotros.

Sin más conversación inútil, Salen se subió de un salto al Aquami más cercano, y posó una mano sobre su cabeza, para tranquilizarlo. Tras eso alzó una mano y tranquilizó al resto de animales.

El hadita estaba ya segura bajo la capa de la elfa, pero aun se sentía intranquila por la avalancha, no se movían de allí y el derrumbe no dejaba de avanzar, y no solo eso, sino que el bosque había empezado a prender. Asustada miró cómo el fuego se propagaba de un lado a otro sin que nada lo parase, tenían que hacer algo un bosque se estaba quemando y... Estela cerró los ojos con fuerza y se llevó las manitas a ellos, se dio cuenta de que había sido su culpa por encender la lámpara de aceite, había quemado un bosque...

El elfo que aún seguía junto a ellas no les dejó más opción que montar en el caballo y salir de allí lo más rápido posible, y aunque ella quisiera quedarse para poder tratar de contener el incendio, entendió que era lo mejor salir de allí y salvar su vida en lugar de morir sepultada por los escombros de la montaña. Se agarró fuerte a la tela de la capa y se preparó para el viaje... Tuvo que hacer mucho esfuerzo para que el viento no la llevase, además de la corriente que ya había de por sí, el caballo del elfo era veloz y brioso y corría muy rápido así que con más razón aún apretó la tela entre sus manos hasta que sus dedos estuvieron blancos de la presión.

Corrieron hacia algún pueblo, Estela no lo podía saber con exactitud porque se encontraba de espaldas al paisaje, pero esperaba poder ver algo pronto.. y así fue, vio que se acercaban a un puerto, se respiraba el aroma de la sal del mar, así que sonrió con esperanza al ver que tendrian una posibilidad de salvarse. No solo eso, también habían llegado el otro hada y el elfo junto a su lobo, parecían traer algo con ellos. El hadita vio que había dejado de granizar y salió de su escondrijo mientras el líder del grupo hablaba con un hombre acerca de algo, pero no prestó atención y se acercó a su hermana de raza y al elfo.

*¿Se encuentran bien?¿Estan heridos?* Preguntó preocupada.

Cuando se dio la vuelta después de saber que no pasaba nada, se fijó en los animales que había pedido el elfo... eran criaturas muy extrañas, y Estela en un primer impulso no se quiso acercar a ellos, pero al verlos y ver que el hombre que los cuidaba podía calmarlos, sonrió y se acercó volando con curiosidad para poder mirarlos más de cerca.

*Las hadas tendrán que ir agarradas a alguno de vosotros o a mí, y los animales podrán seguirnos si saben nadar. Si no, Awiass puede guiarlos a un lugar seguro del bosque donde pueden descansar y ocultarse. Allí no correrán peligro. Organizaos rápido, y si alguna hada quiere montar conmigo que monte, si no que se agarren a vosotros*

Dijo el hombre de los Aquamis. Entonces el hadita miró al caballo y al lobo con preocupación, lamentaba tener que dejarlos si no sabían nadar, ambos eran hermosos y parecían valientes, sería una pena separarse de ellos.

Entonces ocurrió algo, y Estela miró al mar allá a lo lejos, parecían estrellas fugaces, pero eran demasiado grandes... A ella, como su nombre indicaba le encantaban las estrellas, y todas las noches las observaba estuviese donde estuviese, y sabía que eso no eran estrellas fugaces, era otra cosa... ¿pero qué sería?

*¿Han visto eso?¿ Qué será?* preguntó en voz alta aunque no esperaba respuesta

La elfa espero la reacción del grupo, al parecer el elfo carnívoro de nombre Beleg iría a traernos abastecimientos y a dar a viso de la catástrofe, me hubiera gustado tomar su lugar, así tal vez tendría mayor oportunidad de sobrevivir si ocurriera lo peor, pero su lobo era más rápido que mis pies y no podía poner objeción alguna a ese simple hecho, le ordeno a una de las hadas que lo acompañara, dejando a la otra pequeña hadita con nosotros, ambos emprendieron camino montados en el lobo y desaparecieron en la espesura del bosque y la nieve.

Después de la partida del elfo y el hada se sintió un temblor que inquieto a los animales presentes, El elfo dorado volvió a trepar a su corcel extendiéndome la mano nuevamente, lo mire por un segundo, tome su mano y subí de un brinco al caballo, era la segunda vez en un día que me veía obligada a aceptar ayuda de alguien, -Espero que esto no se me haga un habito- para mi sorpresa La pequeña hada se había resguardado bajo mi capa, y se aferraba de la tela con todas su fuerzas para no salir despedida de mi por la fuerza que producía el aire. Detrás de nosotros el fuego consumía el bosque que tanto amaba, intente no voltear pero las fobias ganan, voltee hacia atrás para mirar por ultima vez lo que quedaba del frondoso bosque.

Cabalgamos por unos minutos hasta que llegamos a un muelle, un sujeto que aparentemente era humano estaba en el con 5 Aquamis para nuestra suerte, tome la mano del elfo y baje del caballo con cuidado, deje que el elfo negociara con el humano, nuca había sido una excelente diplomática así que me limite a escuchar lo que hablaban desde atrás.

Mire mis brazos, todavía no estaban recuperados del rayo que minutos atrás en la cueva había caído en medio de todos, tenía que parar el incendio o al menos hacer que no llegara hasta nuestra posición, intentaba pensar en algo que me ayudara pero era inútil. De pronto la voz del hada me saco de mis pensamientos.

-No te preocupes, Nada que pueda detenerme- levante las manos, en mis dedos caía una ráfaga de viento, lo moldee hasta formar un remolino y lo moví hasta donde empezaba la línea del incendio, con un ágil movimiento de manos el remolino se descompuso y empezó a soplar en dirección apuesta a nosotros, intentando impedir que el fuego continuara con su avance, aunque el fuego no daba señas de bajar su intensidad tampoco conseguía adueñarse de mas territorio.

Solté rápidamente la corriente de aire que estaba controlando y me monte en una Aquami, levanto la mirada a tiempo para observar lo que parecía una estrella fugaz, no dijo nada, nunca le había llamado la atención las estrellas, lo suyo era el sol, no puedes verlo directamente a los ojos pero sabes que te vigila. Espero a que los demás subieran a los aquamis para empezar su trayecto.

Salen vió caer el supuesto meteorito y estrellarse contra la playa de una isla, pero aun con su vista agudizada, no fue capaz de asegurar donde. El bosque en llamas crepitaba y pugnaba por avanzar, aunque el viento que la elfa había invocado retenía y entorpecía su avance. Los Aquamis se removieron, inquietos. Los naimales tienen una percepción excepcional para notar el miedo de otros, sobre todo si están cerca suya.

Awiass desapareció entre la espesura, seguido de los demás animales, todos a un paso rápido, y pronto no se les vio ni las colas asomando por el bosque, de lo tupìdo que era esa parte.

Salen esperó a que todos estuviesen sobre los Aquamis, para luego sacar su silbato y soplar dos veces, la segunda largo y tendido. Los Aquamis levantaron la cabeza y empezaron a nadar, primero despacio, luego más rápido. En ocasiones se hundían y a Salen se le mojaban los pies o las piernas incluso, algunos, los que no llevaban a nadie montado, se sumerjieron y sus rastros se perdieron a derecha o izquierda. Pero los Aquamis montados tenían un rumbo fijo, hacia la isla.

Tras unos minutos sobre los Aquamis, que iban cogiendo cada vez más velocidad, llegaron a la isla donde impactó el meteorito. Salen se bajó del Aquami de un salto y andubo por la arena, sintiendo de nuevo la tierra firme bajo sus pies. Tras unos instantes asintió, satisfecho, y se giró a los demás con una enorme sonrisa en el rostro.

- Podeis bajar cuando querais. Aquí se respira aire puro, no como en el pueblo. Aquí se esta muy bien, sin combios bruscos de tiempo, ni bosques ardiendo, ni nada. Ahhh. Bueno, ¿ahora que?

Estela sintió una nueva emoción cuando la elfa junto a la que iba se subió al aquami y ella se posó en la cabeza de la criatura acariciándola para traspasarle su tranquilidad * tranquilo pequeño todo irá bien* susurró al animal.

Al mirar atrás separó rápidamente sus manos de la cabeza del aquami ya que un sentimiento de tristeza la embargó por completo al ver el bosque en llamas. Para su raza ver la vida muriendo de esa manera era una catástrofe, más incluso que si hubiese una guerra o un asalto humano, la pérdida de un bosque entero no tenía precio de vidas. Cerró los ojos y suspiró tratando de contenerse.

En cambio al otro lado la lluvia de meteoros o estrellas fugaces maravilló al hadita que miraba embelesada como el fenómeno se perdía bajo la costa de la isla, quería ir allí no solo para salvarse del fuego también para ver qué había ocurrido con las estrellas así que se alegró cuando escuchó a dos de los hombres hablando sobre marcharse, le sorprendió escuchar que alguien había insinuado algo sobre las hadas, ella no se había sentido ofendida por ningún comentario, se encogió de hombros y decidió olvidarlo.

Todos se prepararon y la travesía comenzó, Estela voló hacia el hombro de la elfa sonriéndole y miró al resto del grupo, hasta ahora no había tenido tiempo de verlos detenidamente: había tres elfos los tres de aspecto hermoso como su raza caracterizaba y un humano que se había unido para otorgarles sus aquamis, y contando con ella sumaban dos hadas, su hermana de raza era también pequeña y muy bella, pero no la había visto apenas ya que permanecía escondida al parecer.

No hubo ningún incidente en el viaje, los aquamis se portaban muy bien y las aguas eran tranquilas, el halcón de uno de los elfos volaba sobre ellos para divisar la isla, y aunque ella quería también volar temía que el ave la confundiese con comida, estaba mejor sentada sobre el hombro de la mujer.

Llegaron a la costa y entonces sí voló mirando a su alrededor en busca de algún tipo de señal que les indicase dónde se encontraban las estrellas. El humano habló y ella se detuvo en el aire pensativa... tenía razón, ¿ahora qué?

El aquamis parecía ser lo suficientemente fuerte para poder cargarme fácilmente, era la primera vez que mis ojos contemplaban tan rara criatura, sujete bien mi arco, mi espada, y trate de mantener mi capa fuera del alcance de las olas, me asegure de que mis pertenencias no se perdieran en el fondo del mar y menos cosas importantes.

Voltee a la costa y observe como los animales de todos los presentes emprendían camino tratando de buscar refugio en medio de aquel infierno, la idea de abandonar ese bosque incendiándose me aliviaba, mientras más lejos de fuego para mí era mejor, nunca había sido muy afecta a los bosques pero por alguna razón me enojaba ver como se perdía tan verde bosque a causa de un incendio. Levante la mirada y vi lo que todos estaban mirado, una lluvia de bolas de fuego, era muy raro, algunas eran grandes otras no tanto pero todas en el ahora gris cielo que se levantaba encima del bosque y las llamas.

Miraba fijamente la maravillosa vista que las bolas de fuego ofrecían, cuando de pronto las salada agua del mar penetro en una de mis heridas, me produjo un ardor insoportable por unos segundos, casi metía la mano al mar para enjuagarla pero habría sido la reacción más estúpida que pude haber realizado, una mueca de dolor se dibujo en mi rostro, el viaje a través del océano seria incomodo con una herida abierta pero no tenía otra opción me sujete fuertemente del animal y espere a que empezáramos a movernos.

El viaje había comenzado y la pequeña hada se acababa de colocar en mi hombro, me dirigió una sonrisa, a lo cual le respondí con lo mismo, parecía más tranquila que hacía solo unos minutos, tenía una mirada muy curiosa, como si nunca hubiera visto elfos.

El viaje me había resultado un poco incomodo, en varias ocasiones las olas que rompían en mi cuerpo alcanzaban a tocar las heridas de mis brazos cosa que dificultaba mi regeneración, mire a la hada que se encontraba en mi hombro. –Hola soy Nissa- salude por primera vez al hada en todo el día, mire el lugar al que habíamos llegado, nuca lo había visitado, observe el lugar en busca de un lugar alto que sirviera de torre para poder explorar el lugar sin tener que movernos.