La Elfa Oscura unicamente pudo retroceder un par de pasos, antes de que su olfato captase otro olor igual de penetrante que el de aquel bárbaro, solo que en esta ocasión, a su espalda; el golpe no se hizo esperar y la tomó totalmente desprevenida, haciendole caer al suelo de rodillas y soltar el arma, mientras se llevaba una mano a la zona dolorida, tal golpe la habia dejado aturdida, por lo que no pudo reaccionar como debiera cuando el bárbaro, como si de una pluma se tratase, se la hechara al hombro y comenzara la caminata hacia la aldea
-Mas vale que me sueltes!, grandisimo bruto!!, SUELTAME!-
Elemwër pataleaba a la par que exigía -o mas bien gritaba- que la dejasen en paz, ¿que demonios se creían?, solo tenian que dejarla en tierra, solo apartar las asquerosas manos de ella y ya les enseñaría a no meterse con una Drow, y menos, una como ella.
Finalmente llegaron a una tienda, en su interior, dos mujeres se hallaban cuidando de un par de niños; la Elfa hizo una mueca de desagrado, si algo no soportaba, era a los críos, de la edad que fuesen.
-¿Disculpa?!.. Eso ni soñarlo!-
Exclamó, no habia llegado hasta ahi unicamente para ser tomada como un objeto o como una esposa, que a su concepción, era lo mismo; el bárbaro la tiró al suelo y se acercaba a ella dispuesto a poseerla, pero la campana -o en este caso, el cuerno- salvó a la elfa, la cual, aliviada, miraba como salía de la tienda, dejandola sola con esas dos mujeres
-Bien, no dire que ha sido una delicia, pero esta Drow se larga-
Siseó mordazmente, incorporándose y saliendo con rapidez inusitada y andar flexible, mas sin embargo, la visión del propio Godard la detuvo, dibujando una sonrisa complacida en sus labios carnosos, mientras su mirada chispeaba con malicia
-Pero que tenemos aquí?, !me han facilitado el trabajo!-
Exclamó divertida, mirando como un hormiguero se adelantaba hacia él; la Elfa Oscura volvió a la tienda y pasó la mirada por el sitio, ignorando olímpicamente a las mujeres y los niños, encontrando lo que buscaba: Un hacha filosa, un saco y una vasija con miel.
Adelantandose a las hormigas, hacha en mano, miró fijamente al maltrecho hombre y, con fuerza y firmeza, cortó de un tajo su cabeza, haciendo una mueca de asco por aquello, mas, acuclillandose, vació parte del tarro encima de el, para atraer mas a las hormigas.
Poco faltó para que, por venganza hacia aquellos hombres, llenase de miel tambien la entrada de las tiendas, mas sin embargo el recuerdo de Richard, su mentor, la detuvo obligandole a abandonar en el acto la vasija y tomar la cabeza, metiendola en el saco y, con verdadero sigilo, escabullirse de ahi, si los dioses le sonreían, saldria sin que nadie la notase.