Utopia Medieval
¿Quieres reaccionar a este mensaje? Regístrate en el foro con unos pocos clics o inicia sesión para continuar.


FORO CERRADO. comentarios y aclaraciones thunderstruck@hispavista.com
 
ÍndicePortalÚltimas imágenesRegistrarseConectarse


Guia rápida
Reglas del Foro
Ayuda al usuario
Registro de avatares
Crea tu ficha
Aventuras disponibles
Razas
Compendios de Habildades
Afiliaciones

El arte siempre muere joven. Afiliadoselite El arte siempre muere joven. Comunesl
El arte siempre muere joven. Derechos El contenido de este foro esta bajo registro de derechos, cualquier uso de este sin autorización del completo staff administrativo del foro esta prohibido, así mismo las creaciones de cada usuario son propias de ellos y queda prohibido hacer uso de estas obras particulares sin autorizacion del autor. El foro se reserva el derecho de admision.

 

 El arte siempre muere joven.

Ir abajo 
2 participantes
AutorMensaje
Saedra Kitziel

Saedra Kitziel


Cantidad de envíos : 70
Edad : 31
Localización : C:/Archivos de programa/Utopía/Papelera(?!)/Saedra Kitziel
Fecha de inscripción : 14/08/2009

El arte siempre muere joven. Empty
MensajeTema: El arte siempre muere joven.   El arte siempre muere joven. EmptyDom Ago 16, 2009 2:12 pm

Este relato lo escribí hace ya mucho tiempo.
Si alguno se considera muy imaginativo. Si alguno se considera un hervidero de emociones, ideas e inspiraciones, pero siente que nadie le entiende ni encuentra el modo adecuado de plasmar todo eso que siente y piensa para que lo entiendan. Si alguien se considera así, puede sentirse identificado con este relato.







El arte siempre muere joven




Abro los ojos, adormilada. Lo primero que veo es el techo... el techo de mi habitación... el aburrido techo de mi habitación.
Soltando un gemido de pereza, me estiro sobre la cama y dirijo la mirada hacia la ventana. Afuera el cielo está completamente nublado y un fuerte viento sopla agitando con violencia las prendas de ropa tendidas en el edificio de enfrente.
Un escalofrío me recorre la espalda al ver eso. Está claro que solo un loco podría salir con este tiempo.
Volteando la cabeza a un lado de la cama veo mi Ipod tirado a mi lado encendido, con la música a todo volumen oyéndose desde los cascos. Entonces recuerdo que me quedé dormida escuchándolo, y tal vez me los haya quitado en sueños.
Suspiro, y me incorporo sobre la cama para apagarlo y dejarlo sobre la mesilla de noche. Acto seguido me levanto con pereza y me dirijo a mi escritorio, lleno de papeles con dibujos, relatos, historias, figuras montadas con material escolar y demás cosas esparcidos. Paso la mirada por la mesa con desgana... varios de esos proyectos están a medias, pero no tengo un pelo de ganas de acabarlos.
En ese momento alguien toca a la puerta de mi habitación, y una voz masculina me habla en voz alta.

- ¿Shini? Tu madre está preparando un té. ¿Vienes ahora a la cocina a por un poco?

Si hay algo que no me interesa ahora es estar con alguien que no sea yo misma. Entablar conversación ha sido algo que siempre me ha incomodado

- No me encuentro bien, papá. Yo me quedo aquí... - digo con tono fingido.

- ¿Qué te pasa?

- Se me ha estado repitiendo el almuerzo. No me apetece tomar nada. - miento.

- Bueno, entonces túmbate un rato. Luego pasaré para ver cómo sigues.

Posteriormente oigo sus sonoros pasos alejándose.
Suspiro mientras vuelvo a lo mío. No tengo ni media gana de ponerme a dibujar ni hacer otra cosa, así que decido ir a darme una ducha.
Me quito la ropa de calle que llevaba puesta, la cual ahora me incomoda sobremanera, pues dormir con ropa de salir es un completo asco, y entro precipitadamente en el baño para no helarme en el ambiente fresco de mi habitación, la cual se ha enfriado por el mal tiempo de fuera.
Me meto a la prisa y pongo el agua caliente al máximo, pero me arrepiento al ver que se pone insoportable y la bajo al tiempo que subo el agua fría para nivelar.

Ahora a una temperatura agradable, me paso varios minutos mirándome los pies sin pensar en nada concreto, mientras el potente chorro de agua caliente me pega en la cabeza y me recorre hasta despedirse de mí en el sumidero de la ducha.

Sin mucha novedad, pero ya más despejada y cómoda, salgo cubierta con una toalla del baño para ponerme el pijama, pues no voy a salir de casa en lo que queda de tarde y es mejor ponerme cómoda.
Antes de abrir el armario veo mi violín en el suelo de pie apoyado en la pared, con su arco al lado. No puedo evitar sentirme atraída a tocarlo un poco antes de cambiarme. Así aún en toalla y con el pelo húmedo lo recojo y me lo pongo al cuello, empezando a hacerlo sonar levemente, como un hilo melódico relajante…
Entonces me sobresalta la ventana abriéndose de golpe por el viento, dejando entrar una potente y helada corriente que alborota todos los papeles de mi escritorio. El frío me provoca un estremecimiento escalofriante que agita todo mi cuerpo, haciendo que mi brazo haga un movimiento involuntario y arranque una nota del violín con el arco. Pero esa nota…
Noté cómo un flechazo de pasión atravesó mi corazón al oír esa nota, y ahora quiero más. Aún con el viento helándome el cuerpo recién salido de la ducha, comienzo a tocar el violín.
Ese sonido… el viento se corea y compenetra perfectamente conmigo. Continúo tocando gozando esta pación llameante en mi pecho. Se me cae la toalla, y entonces empiezo a helarme de verdad estando aún medio mojada de la ducha. No puedo soportarlo más y dejo el violín sobre la cama para precipitarme a la ventana y cerrarla de un portazo, cortando así la racha de viento.

Tiritando, me quedo mirando al exterior, en el cual se ve a simple vista un viento hasta cinco veces mayor del que acaba de entrar.

“Tengo que tocar ahí fuera” – es lo primero que pienso.

Sin perder el tiempo, comienzo a buscar ropa, pero tengo demasiada prisa para ir eligiendo del armario. Así que sin pensarlo me pongo lo que llevaba puesto antes; una falda corta, una camisilla sin mangas y unas botas altas. Pero al menos tengo algo de conciencia y me pongo encima una chaqueta negra que para todo el mundo desentona con el resto de mi ropa, pero para mí va en perfecto juego.
Recojo el violín y el arco y los pongo en su funda, la cual me cuelgo al hombro, y acto seguido salgo rápidamente de la habitación. De camino hacia la salida papá se interpone en mi camino.

- ¿Vas a salir con este tiempo? ¿Pero no te encontrabas mal?

Me pongo tensa, tanto por el tener que darle otra excusa como por la inmensa impaciencia que tengo por largarme a tocar fuera.

- Eh… si… es que…. ¡Necesito ir al baño…! – improviso malamente.

Sin esperar respuesta intento evadirle para escabullirme a la salida. Él, visiblemente desconcertado, se aparta y yo me dirijo hacia la salida, con las ansias de salir desbordándome.

- ¡¿Pero no ibas al baño?! – es lo último que oigo de él antes de cerrar la entrada tras de mí.

Tras alejarme corriendo cien metros de casa, me paro mirando a mí alrededor. Un fuerte viento me agita molestamente el pelo, la chaqueta y la falda. Las nubes grises otorgan una atmósfera de aparente desolación y soledad a la gran ciudad de Osaka. A pesar de este mal tiempo me sorprendo al ver que bastante gente transita las calles.

“Necesito más viento…” – me sorprendo de lo obsesionada que estoy
Y es normal. Nunca en mi vida había sentido tal gozo al hacer algo. Tanta pación. La adrenalina. Es pura inspiración, tocar junto a la fuerza de la naturaleza.

Mirando a todos lados mis ojos se posan en uno de los altos edificios de la ciudad, donde se puede ver una pancarta publicitaria agitándose con gran violencia, casi a punto de romperse y caerse. Tal es la fuerza del ventoral allí arriba que el gran cartel se dobla hasta los noventa grados, a punto de romperse.
Una sonrisa se dibuja en mi cara al ver aquello, mientras mi corazón se acelera sabiendo que eso es un reto que una vez superado, mi sensación de satisfacción y euforia será desbordante.

- ¡Espérame solo unos minutos! – grito a la nada, atrayendo las miradas de las personas que circulan cerca. Pero no me importa.

El tiempo se me hace eterno mientras corro con todas mis fuerzas hacia el edificio. Aunque estuviera rodeada de otros más altos que el que había visto, por algún motivo ese me parece especial. Es como si fuera a ocurrir algo especial allí, y me siento como si esa cosa especial me estuviera esperando.
De este modo corro a toda velocidad chocando accidentalmente con algunas personas, y hasta a punto de ser atropellada por algunos coches. Pero no me importa. Sigo corriendo, tengo que llegar allí. Tengo que tocar allí arriba. Lo necesito.

Llego a la entrada del edificio muerta de cansancio, jadeante, sudando a chorros por todos los poros. Entre jadeo y jadeo me entra un ataque de tos que me raspa la garganta, cosa que no me extraña. Estoy acalorada y sudando en un día helado y ventoso. Es lógico que coja un catarro.
Le quito importancia y tosiendo entro a la prisa en el edificio, obsesionada. Solo me fijo en que es un lugar público por la gente que hay dentro, pero no presto la más mínima atención a la función del lugar. Simplemente me limito a buscar una manera de subir. De este modo encuentro unas escaleras, y sin pensármelo me precipito a subirlas, oyendo detrás de mí los gritos de alguien que me lo quiere impedir.
Toso cada vez más dolorosa y rasposamente mientras subo. El pecho comienza a arderme y las fuerzas comienzan a abandonarme mientras avanzo los escalones.

- ¡Un poco más…! (Jadeo) ¡Un poco…!

Otro ataque de tos sobreviene y acabo tumbada en las escaleras sin fuerzas, febril, helada y acalorada al mismo tiempo.

- ¡No puedo hacerlo esperar…! ¡Por favor…! – noto que me salen lágrimas de exasperación. Siento verdadera necesidad de subir arriba.

Tras descansar unos segundos, recupero unas pocas fuerzas y continúo escalando los dos pisos que me faltan.
Volver arriba Ir abajo
Saedra Kitziel

Saedra Kitziel


Cantidad de envíos : 70
Edad : 31
Localización : C:/Archivos de programa/Utopía/Papelera(?!)/Saedra Kitziel
Fecha de inscripción : 14/08/2009

El arte siempre muere joven. Empty
MensajeTema: Re: El arte siempre muere joven.   El arte siempre muere joven. EmptyDom Ago 16, 2009 2:13 pm

Abro la puerta que lleva a la azotea de una embestida y en cuanto salgo al exterior un huracanado golpe de viento me lanza contra el suelo y me arrastra. Aturdida, miro al cielo y veo las nubes más oscurecidas, chispeando gotas de agua sobre la ciudad.
Me levanto débilmente, mareada, conmocionada y consigo mantenerme de pie a duras penas ante la fortísima fuerza del viento. Puedo observar, tal vez con espanto, tal vez con emoción cómo la puerta por la que vine se cierra de un atronador portazo que casi rompe sus mismas bisagras.

“He llegado…”

- ¡He llegado…! – exclamo, interrumpida por otro ataque de tos.

Me doy cuenta que todo mi cuerpo tirita, aunque esté acalorada y sudorosa. Siento que desfallezco por la fiebre y el ardor del pecho, pero no debo dejarme llevar ahora. Tengo un cometido que cumplir.
Sin dudarlo saco mi violín y el arco y dejo su estuche en el suelo, el cual es llevado por el tifón y desaparecido en cuestión de segundos.
Camino lentamente, vacilante, hacia el bordillo del edificio, mientras mi pelo, mi chaqueta y mi falda se agitan con tal violencia y agresividad que hasta me hacen daño. De este modo me paro a tan solo medio metro del vacío. Al mirar abajo el vértigo me invade. Pero me excita. Era esto lo que había estado buscando toda mi vida en mis dibujos, relatos, composiciones, melodías y todo. Esta adrenalina, este gozo, este miedo. ¡Todos los sentimientos concentrados en mi pecho!
No puedo evitar sonreír mientras miro a las diminutas personas desde este decimo octavo piso. A esta altura nadie se ha fijado en mí, pero me es indiferente.

Sin poder contenerme más, me llevo el violín al cuello y comienzo a tocar suavemente. Las notas son tapadas con toda facilidad por el vendaval que casi me hace perder el equilibrio. Me pongo a tocar al máximo con decisión, y entonces todo cambia.
Mi melodía se combina perfectamente con el sonido del viento y de la lluvia ahora más fuerte. Toco al cien por cien de mi concentración mientras la naturaleza me sigue.
Comienzo a gemir y a sollozar mientras mis ojos lloran.
Es una sensación indescriptible… No se podría expresarla ni por escrito, ni por hablado ni a gritos. Es esta sensación de cuando por fin encuentras algo tras estar toda tu vida deprimida buscándolo, en solitario. Esta sensación de completo y rotundo éxito al conseguir llegar a lo más alto pasando por un camino de marginación e incomprensión. Esta sensación retumbante y palpitante en tu pecho, muy superior a la euforia, que necesitas exteriorizar o explotarás.
Necesito exteriorizarla o explotaré… Mientras toco, con la voz rota por mi llanto, al son del viento y la lluvia, alzo la voz a toda la ciudad que a mis pies se hallan.

- ¡Soy Hashini! ¡Y SOY EL MUNDO! ¡LO HE CONSEGUIDO, HE ALCANZADO LA SUPREMACÍA…! – mi grito retumba entre los edificios y la gente de abajo me mira y me señala con preocupación.

Pero eso no es lo que más me importa.

“Pero no es suficiente. Necesito expresarla de otro modo… ¡Pero no puedo! ¡No se puede expresar de ningún modo físico!”

Comienzo a desesperarme. Me entra el pánico. Siento que mi pecho va a estallar si nadie consigue entender cómo me siento. ¡¿Pero cómo puedo hacerlo sentir?!
Empiezo a temblar de puro miedo y exasperación. Dejo de tocar el violín, comenzando a hiperventilar. Me siento sola. Me siento incomprendida. Nadie entiende cómo me siento en un momento apoteósico como este. Un momento épico.
No lo soporto más, me arrodillo al borde del edificio y me agarro el pelo para comenzar a gritar. Un alarido desgarrador, de miedo. De miedo a la incomprensión.

- ¡QUIERO SER ENTENDIDAA…! ¡AAAAH! – me duele la garganta de lo fuerte.

Empiezo a llorar. Cuando me doy cuenta mis piernas están empapadas de un líquido cálido y a mi alrededor se dibuja un charco amarillento en el que se diluyen las gotas de lluvia que caen. Ni me di cuenta que no pude aguantarme las ganas de orinar. Es ahora cuando me doy cuenta de lo bajo que he caído subiendo al edificio. ¿Era esto lo que me esperaba desde el principio? ¿Solamente me esperaba caer en la locura y la desesperación tras alcanzar mi momento apoteósico durante cinco segundos?
Todo mi mundo se viene abajo. ¿Para qué he estado viviendo si todas mis creaciones me han conducido a esto? A cada pregunta nueva me siento un poco más olvidada.

Desfallezco, todo se desmorona a mi alrededor mientras me como la cabeza, al tiempo que oigo de fondo los gritos de auxilio de la gente de abajo al verme.
Aturdida, destrozada, deprimida, muerta, me levanto de mi propio charco con las piernas temblorosas, y me quedo mirando al vacío… Finalmente decido marcharme a casa para sumirme en la desgracia, en mi propia mierda, sea cual sea la que me espera cuando papá y mamá se enteren de esto.

Lo que no supe hasta ahora era que aquel engaño a papá antes de salir de casa sería la última vez que hablaría con él…

Me sobresalta el sonido de la puerta detrás de mí, y un grito ronco y grave me asusta a mi espalda.

- ¡Eeeeh! ¡Baja de ahí!

Sobresaltada, me doy la vuelta chapoteando con mis botas empapadas de orina para ver a un policía. Técnicamente el policía que me mató. Al voltearme pierdo el equilibrio y uno de mis talones se salen por el bordillo, comenzando yo a caer de espaldas al vacío, mientras suelto el violín de mi mano.
Observo al guardia lanzando un grito mudo desde su posición mientras me ve caer, y también veo el violín, más ligero, cayendo con más lentitud que yo.
La corta caída se me hace tristemente larga, mientras mi cabeza no deja de darle vueltas al hecho de que todo acaba aquí para mí.

“Quizá esto sea lo mejor después de todo”

Veo cómo el poli se asoma por el bordillo con una expresión de horror y gran arrepentimiento.

“No le puedo culpar… Su intención era buena”

Observo entonces las gotas que parten de mis botas y que caen detrás de mí. No puedo evitar sonreír levemente al verlas.

“No me puedo creer que me haya meado encima… Esto es la verdadera caída en la desgracia” – ironizo con humor.

Curiosamente empiezo a verlo todo de una manera más optimista durante mi caída.
Pero…
Entonces me fijo en el violín que cae tras de mí.
Algo va mal.
Entonces sus cuerdas se rompen bruscamente en plena caída. Al verlo un gran terror me invade y lanzo un gemido de miedo.

No pasa ni un segundo cuando, en vez de notar el golpe seco contra el suelo, o simplemente dejar de sentir, un punzante dolor me penetra la espalda y el pecho desgarrándome por dentro. Observo con estupor cómo dos pinchos me salen por delante; uno del centro del pecho y otro de cerca del pubis. Estos se alargan progresivamente a medida que me hundo en ellos, hasta que me quedo parada suspendida, empalada.
Un segundo después cae estrepitosamente el violín contra el suelo, para al instante notar una lluvia de mi sangre sobre mí y a mi alrededor al mismo tiempo que escucho los gritos y alaridos de terror de la gente que ahora me mira impactada.

Cuando me doy cuenta, me fijo que estoy atravesada por una verja metálica.
No siento nada, ningún dolor. Aunque si siento algo. Siento vergüenza. En esta pose horizontal seguro que todo el mundo puede ver por debajo de mi falda.
Entonces me doy cuenta de la ridiculez en la que estoy pensando… ¡Por favor! ¡Que me estoy muriendo! Me río para mis adentros, incapaz de expresar nada con la cara por falta de fuerzas.

Entonces paso la mirada por toda la grotesca escena que represento…
En mi pecho y mi barriga hay dos agujeros borboteantes de sangre, con carne y huesos rotos sobresalidos. De estos parten dos barras metálicas que se alzan un par de metros hacia arriba cubiertos totalmente de mi sangre. Las puntas, acabadas en flechas, tienen unos gruesos y jugosos pellejos de carne enganchados.

“Seguramente de órganos, porque no veo que me falte piel de fuera” – me sorprendo de la facilidad con la que pienso en estas burradas.

Sin embargo, esa imagen… las barras ensangrentadas, los pellejos de carne colgando en las puntas, con el cielo nublado y chispeante justo detrás, de fondo, me parece lo más bello que he visto nunca.

“Necesito dibujarlo. Es algo que debo dibujar. Sería precioso tener un dibujo de mi muerte” - llevo mi mano vacilante hasta el interior de mi chaqueta para sacar la pequeña libreta que siempre guardo para perfectos casos como este. La sostengo entre mis dedos, y tiro de ella para sacarla... pero no cede. Al palparla en su totalidad, me doy cuenta que una de las barras metálicas que me penetran atraviesa también la libreta, dejándola atrapada entre mi chaqueta y mi cuerpo.

Trato de suspirar con impaciencia, pero no soy capaz. Me doy cuenta que no puedo respirar. Toda mi boca y mis vías respiratorias se han llenado de sangre. Noto cómo la vida se me escapa por todos mis orificios. Al mirar débilmente por encima de mi hombro veo el suelo a metro y medio desde donde estoy… al pie de la verja ya se extiende un gran charco de mi sangre. Ahora veo que me queda mucho menos tiempo del que creía.

Paso la mirada por la gente que me rodea desde una distancia prudente. Todos me miran estupefactos, algunos pálidos, otros gritando y otros hasta vomitando.

"Es normal que sea una atracción en este estado… supongo…”

Poco a poco sus gritos se van desvaneciendo, junto con el sonido del viento. Mi vista se nubla proporcionalmente a mi pérdida de oído.
Me voy.
A pesar de no tener fuerzas ni para mover una ceja, parece que tenía una reserva de lágrimas oculta, pues ahora mis ojos han empezado a llorar. Verdaderamente me apena dejarlo todo de este modo, especialmente sin dibujar la preciosa vista que tengo ante mí.
Ya no veo nada, no oigo nada. Noto que mis últimas gotas de vida se desvanecen.
Lo último que siento es mi cuerpo relajándose, perdiendo toda fuerza, mientras noto sin dolor alguno cómo me hundo un poco más en las barras...
Volver arriba Ir abajo
Nekoronnie

Nekoronnie


Cantidad de envíos : 46
Fecha de inscripción : 22/05/2010

Hoja de personaje
Nivel:
Experiencia:
El arte siempre muere joven. Left_bar_bleue0/0El arte siempre muere joven. Empty_bar_bleue  (0/0)
Coronas:

El arte siempre muere joven. Empty
MensajeTema: Re: El arte siempre muere joven.   El arte siempre muere joven. EmptyJue Mayo 27, 2010 7:00 am

Muy buenos relatos El arte siempre muere joven. 76873
Volver arriba Ir abajo
Contenido patrocinado





El arte siempre muere joven. Empty
MensajeTema: Re: El arte siempre muere joven.   El arte siempre muere joven. Empty

Volver arriba Ir abajo
 
El arte siempre muere joven.
Volver arriba 
Página 1 de 1.
 Temas similares
-
» El arte del terror.. [Concurso]
» El arte de amar en la edad media

Permisos de este foro:No puedes responder a temas en este foro.
Utopia Medieval :: Espacios y Relatos-
Cambiar a: