Este relato lo escribí hace ya mucho tiempo.
Si alguno se considera muy imaginativo. Si alguno se considera un hervidero de emociones, ideas e inspiraciones, pero siente que nadie le entiende ni encuentra el modo adecuado de plasmar todo eso que siente y piensa para que lo entiendan. Si alguien se considera así, puede sentirse identificado con este relato.El arte siempre muere joven
Abro los ojos, adormilada. Lo primero que veo es el techo... el techo de mi habitación... el aburrido techo de mi habitación.
Soltando un gemido de pereza, me estiro sobre la cama y dirijo la mirada hacia la ventana. Afuera el cielo está completamente nublado y un fuerte viento sopla agitando con violencia las prendas de ropa tendidas en el edificio de enfrente.
Un escalofrío me recorre la espalda al ver eso. Está claro que solo un loco podría salir con este tiempo.
Volteando la cabeza a un lado de la cama veo mi Ipod tirado a mi lado encendido, con la música a todo volumen oyéndose desde los cascos. Entonces recuerdo que me quedé dormida escuchándolo, y tal vez me los haya quitado en sueños.
Suspiro, y me incorporo sobre la cama para apagarlo y dejarlo sobre la mesilla de noche. Acto seguido me levanto con pereza y me dirijo a mi escritorio, lleno de papeles con dibujos, relatos, historias, figuras montadas con material escolar y demás cosas esparcidos. Paso la mirada por la mesa con desgana... varios de esos proyectos están a medias, pero no tengo un pelo de ganas de acabarlos.
En ese momento alguien toca a la puerta de mi habitación, y una voz masculina me habla en voz alta.
- ¿Shini? Tu madre está preparando un té. ¿Vienes ahora a la cocina a por un poco?Si hay algo que no me interesa ahora es estar con alguien que no sea yo misma. Entablar conversación ha sido algo que siempre me ha incomodado
- No me encuentro bien, papá. Yo me quedo aquí... - digo con tono fingido.
- ¿Qué te pasa?- Se me ha estado repitiendo el almuerzo. No me apetece tomar nada. - miento.
- Bueno, entonces túmbate un rato. Luego pasaré para ver cómo sigues.Posteriormente oigo sus sonoros pasos alejándose.
Suspiro mientras vuelvo a lo mío. No tengo ni media gana de ponerme a dibujar ni hacer otra cosa, así que decido ir a darme una ducha.
Me quito la ropa de calle que llevaba puesta, la cual ahora me incomoda sobremanera, pues dormir con ropa de salir es un completo asco, y entro precipitadamente en el baño para no helarme en el ambiente fresco de mi habitación, la cual se ha enfriado por el mal tiempo de fuera.
Me meto a la prisa y pongo el agua caliente al máximo, pero me arrepiento al ver que se pone insoportable y la bajo al tiempo que subo el agua fría para nivelar.
Ahora a una temperatura agradable, me paso varios minutos mirándome los pies sin pensar en nada concreto, mientras el potente chorro de agua caliente me pega en la cabeza y me recorre hasta despedirse de mí en el sumidero de la ducha.
Sin mucha novedad, pero ya más despejada y cómoda, salgo cubierta con una toalla del baño para ponerme el pijama, pues no voy a salir de casa en lo que queda de tarde y es mejor ponerme cómoda.
Antes de abrir el armario veo mi violín en el suelo de pie apoyado en la pared, con su arco al lado. No puedo evitar sentirme atraída a tocarlo un poco antes de cambiarme. Así aún en toalla y con el pelo húmedo lo recojo y me lo pongo al cuello, empezando a hacerlo sonar levemente, como un hilo melódico relajante…
Entonces me sobresalta la ventana abriéndose de golpe por el viento, dejando entrar una potente y helada corriente que alborota todos los papeles de mi escritorio. El frío me provoca un estremecimiento escalofriante que agita todo mi cuerpo, haciendo que mi brazo haga un movimiento involuntario y arranque una nota del violín con el arco. Pero esa nota…
Noté cómo un flechazo de pasión atravesó mi corazón al oír esa nota, y ahora quiero más. Aún con el viento helándome el cuerpo recién salido de la ducha, comienzo a tocar el violín.
Ese sonido… el viento se corea y compenetra perfectamente conmigo. Continúo tocando gozando esta pación llameante en mi pecho. Se me cae la toalla, y entonces empiezo a helarme de verdad estando aún medio mojada de la ducha. No puedo soportarlo más y dejo el violín sobre la cama para precipitarme a la ventana y cerrarla de un portazo, cortando así la racha de viento.
Tiritando, me quedo mirando al exterior, en el cual se ve a simple vista un viento hasta cinco veces mayor del que acaba de entrar.
“Tengo que tocar ahí fuera” – es lo primero que pienso.
Sin perder el tiempo, comienzo a buscar ropa, pero tengo demasiada prisa para ir eligiendo del armario. Así que sin pensarlo me pongo lo que llevaba puesto antes; una falda corta, una camisilla sin mangas y unas botas altas. Pero al menos tengo algo de conciencia y me pongo encima una chaqueta negra que para todo el mundo desentona con el resto de mi ropa, pero para mí va en perfecto juego.
Recojo el violín y el arco y los pongo en su funda, la cual me cuelgo al hombro, y acto seguido salgo rápidamente de la habitación. De camino hacia la salida papá se interpone en mi camino.
- ¿Vas a salir con este tiempo? ¿Pero no te encontrabas mal?Me pongo tensa, tanto por el tener que darle otra excusa como por la inmensa impaciencia que tengo por largarme a tocar fuera.
- Eh… si… es que…. ¡Necesito ir al baño…! – improviso malamente.
Sin esperar respuesta intento evadirle para escabullirme a la salida. Él, visiblemente desconcertado, se aparta y yo me dirijo hacia la salida, con las ansias de salir desbordándome.
- ¡¿Pero no ibas al baño?! – es lo último que oigo de él antes de cerrar la entrada tras de mí.
Tras alejarme corriendo cien metros de casa, me paro mirando a mí alrededor. Un fuerte viento me agita molestamente el pelo, la chaqueta y la falda. Las nubes grises otorgan una atmósfera de aparente desolación y soledad a la gran ciudad de Osaka. A pesar de este mal tiempo me sorprendo al ver que bastante gente transita las calles.
“Necesito más viento…” – me sorprendo de lo obsesionada que estoy
Y es normal. Nunca en mi vida había sentido tal gozo al hacer algo. Tanta pación. La adrenalina. Es pura inspiración, tocar junto a la fuerza de la naturaleza.
Mirando a todos lados mis ojos se posan en uno de los altos edificios de la ciudad, donde se puede ver una pancarta publicitaria agitándose con gran violencia, casi a punto de romperse y caerse. Tal es la fuerza del ventoral allí arriba que el gran cartel se dobla hasta los noventa grados, a punto de romperse.
Una sonrisa se dibuja en mi cara al ver aquello, mientras mi corazón se acelera sabiendo que eso es un reto que una vez superado, mi sensación de satisfacción y euforia será desbordante.
- ¡Espérame solo unos minutos! – grito a la nada, atrayendo las miradas de las personas que circulan cerca. Pero no me importa.
El tiempo se me hace eterno mientras corro con todas mis fuerzas hacia el edificio. Aunque estuviera rodeada de otros más altos que el que había visto, por algún motivo ese me parece especial. Es como si fuera a ocurrir algo especial allí, y me siento como si esa cosa especial me estuviera esperando.
De este modo corro a toda velocidad chocando accidentalmente con algunas personas, y hasta a punto de ser atropellada por algunos coches. Pero no me importa. Sigo corriendo, tengo que llegar allí. Tengo que tocar allí arriba. Lo necesito.
Llego a la entrada del edificio muerta de cansancio, jadeante, sudando a chorros por todos los poros. Entre jadeo y jadeo me entra un ataque de tos que me raspa la garganta, cosa que no me extraña. Estoy acalorada y sudando en un día helado y ventoso. Es lógico que coja un catarro.
Le quito importancia y tosiendo entro a la prisa en el edificio, obsesionada. Solo me fijo en que es un lugar público por la gente que hay dentro, pero no presto la más mínima atención a la función del lugar. Simplemente me limito a buscar una manera de subir. De este modo encuentro unas escaleras, y sin pensármelo me precipito a subirlas, oyendo detrás de mí los gritos de alguien que me lo quiere impedir.
Toso cada vez más dolorosa y rasposamente mientras subo. El pecho comienza a arderme y las fuerzas comienzan a abandonarme mientras avanzo los escalones.
- ¡Un poco más…! (Jadeo)
¡Un poco…!Otro ataque de tos sobreviene y acabo tumbada en las escaleras sin fuerzas, febril, helada y acalorada al mismo tiempo.
- ¡No puedo hacerlo esperar…! ¡Por favor…! – noto que me salen lágrimas de exasperación. Siento verdadera necesidad de subir arriba.
Tras descansar unos segundos, recupero unas pocas fuerzas y continúo escalando los dos pisos que me faltan.