Bajo las faldas del enemigo[privada]

Tema: Bajo las faldas del enemigo[privada] Jue Jul 01, 2010 7:24 pm

El viaje había sido un poco largo y cansado... tantas Noches viendo solamente el oleaje del mar, jugando con los presentes, El mismos jueguitos a cada momento, disfrutando de del barco... platicando de las mismas cosas monótonas, de vez en cuando enamoraba a una mujer y luego las mordía sin ningún temor al ser descubierto. En barco
había de todas las razas, Elfos, icarios, un par de hadas, humanos, pero lo que no había visto eran vampiros, tal se escondían en algún lugar del gran barco, Renard solo aparecía en los grandes bailes y cenas nocturnas organizadas por el barco.

Todo aquello había sido una gran prueba para su paciencia, prueba que había logrado superar a duras penas y es que lo único que lo mantenía fuera del aburrimiento era coquetear con las Damas presentes o simplemente practicar con sus espadas una buenas esgrima con algún miembro de la nobleza o algun otro incauto del barco.

Todo había transcurrido normal en el viaje, ya cada quien sabía muy bien su rol en el barco y lo desempeñaban sin objetar... y no se habían topado con ningún tipo de obstáculo. Lo único que podía sentirse era el frió que aumentaba conforme avanzaban.
Renard se coloca una abrigo largo de color negro , pero para el aun era algo que soportarla del todo... Sus ratos libres los aprovechaba para irse abajo al almacén y hacerse bolita entre las mantas, arriba se la pasaba muy bien abrigado, pero aun así lucia bastante sexy y provocador.

Un tripulante del barco lanza un grito, el cual se escucho por todo el barco, Tierra a la vista... abrió sus ojos al sentir los la voz de aquel sujeto, se percató de una gran planicie de hielo y mas allá algo que parecía una isla.
Se levantó algo emocionado y caminó buscando a algún vampiro, pues si instinto le indicaba que había uno a bordo, no era el único, luego suspira y piensa,¡Cuantas ganas tenia ya de bajarse y pisar suelo firme!

El capitán del barco, quien estaba al mando del timón en ese momento, ya había recibido órdenes de atracar en algún lugar despoblado para no llamar mucho la atención, a lo que realizaría esa acción de inmediato en cuanto encontrara el lugar idóneo.

Spoiler:

Tema: Re: Bajo las faldas del enemigo[privada] Vie Jul 02, 2010 1:18 am

Apoyó con suma delicadeza las pequeñas manos en la barandilla de la cubierta del barco. Los extremos de sus dedos estaban ya algo violáceos por el frío, puesto que en lugar de llevar guantes de piel como el resto de los pasajeros, sólo cubría estas extremidades con mitones oscuros de rejilla. Siempre le había parecido un motivo de distinción el llevar las manos al descubierto, y a pesar del ostensible descenso de las temperaturas, ella se encontraba bien con su abrigo color vino. Sus ojos escrutaban el horizonte marítimo, perdidos en algún lugar del que no querían regresar. El viento azotaba levemente sus cabellos, y la idílica, serena estampa, sin embargo, tan sólo creaba inquietud en aquellos que la veían al pasar. Era una niña a los ojos de los mortales, sí. Pero si uno la observaba con fijeza… Si la estudiaba, se daba cuenta de que el iris de su mirada amarillenta reflejaba mucho, mucho más que la vida de una chiquilla de once años. Noches de siglos dibujaban en su rostro una experiencia que no debía estar ahí. Pero en ese navío, desorientada entre los infinitos recuerdos y el océano, no parecía importarle lo más mínimo no aparentar la inocencia, como era su costumbre.

Se colocó unos mechones rebeldes, ensortijados, detrás de una oreja. La sed le acuciaba por primera vez aquella luna, tal y como la noche anterior y la anterior a todas estas, y casi todas las lunas de su vida. La técnica era similar en todos los casos, y no obstante, en aquel momento se decantó por otra. Dando media vuelta echó un poco del peso de su cuerpo sobre la baranda, de manera que pudiese ver a los transeúntes pasar. No tardó mucho en avistar un hombre de mediana edad, que paseaba solo por la cubierta. El estado alterado de su sangre, cuyo aroma inundaba un amplio perímetro, le indicaba que se encontraba relativamente excitado. Dedujo que bien poco le importarían ocho que ochenta; si era una niña o una adulta, y se acercó a él con la expresión más inocente e infantil que encontró en su repertorio.

- Monsieur – dijo endulzando la voz –. Monsieur, ¿Seríais tan amable de indicarme el camino a los camarotes? Temo haberme perdido.

El humano la miró entornando ligeramente los ojos, para discernirla en la oscuridad. Sólo vio a una chiquilla hermosa, sola, y la tomó de la mano. Sus palabras pretendían confortarla mientras la acercaba a un rincón apartado, pero lo que no sabía ni podía imaginar, era que el que necesitaría tranquilidad sería él. Comenzó por un beso en la mejilla, a lo cual Erzsébet no se resistió. De hecho no hizo movimiento alguno, y él, lejos de extrañarse, deslizó una mano por uno de los blancos muslos de la vampiresa. Aquel era el momento: Sin dudarlo un momento más, mordió el cuello del humano tapándole la boca con la palma de una de sus pequeñas manos.

Bebió hasta dejarlo caer al suelo, justo en el umbral de la muerte. Sacando un pañuelo de seda para limpiarse los restos de sangre, oyó que el vigía alertaba de tierra a algunas millas, y sonrió. Por fin tierra. Saliendo de su escondrijo y caminó como si nada hubiese sucedido, deteniéndose para apoyarse en otro lugar de la baranda. Y entonces fijó su vista en un curioso individuo, que se acercaba hacia donde ella se encontraba. Fijó la vista con seriedad en él, ignorando si la imagen de niña se disipaba. Era un vampiro, como ella.

Última edición por Aitor el Mar Oct 12, 2010 11:51 pm, editado 1 vez

Al llegar el momento indicado, el barco atracó en una playa, una playa muy hermosa, casi virginal, sus arenas limpias como el mismo mar, en la costa unas criaturas marinas jugaban entre si, mas allá había un camino se perdía al comenzar un extenso bosque de arboles enormes y muy vigorosos.

Renard se percata al fin de quien era la extraña presencia, una vampira!, su aspecto era muy juvenil, debió ser convertida a muy temprana edad, era hermosa pese a que su apariencia era de alguien bastante menor que la de Renard, él lucia una apariencia de unos 23 años, muy hermoso pues cuando fue transformado se reflejo toda su belleza

Se acerco levemente hacia aquella vampiresa con la mirada siempre puesta en los ojos de ella, luego de un momento algo le hizo retroceder, era la costa de la playa, los pasajeros ya se estaban bajando del barco. Se dio media vuelta y prosiguió a bajar del barco pisando tierra firma por fin, era una sensación muy agradable estar de nuevo en tierra, llevaba varios día arriba de ese barco y ya deseaba tocar tierra firme.
Observó que los pasajeros del barco caminaban todos en direcciones contrarias, menos un grupo de humanos, le pareció muy extraño eso y se les quedo observando, mientras ya se encontraba en la playa, todos caminaban a un mismo compás como si les estuviesen controlando, era bastante extraño, incluso se veía un tanto gracioso.

Luego busco con su mirada a la vampiresa deseaba hacerle un par de preguntas tal vez algo más pero de primero le intereso la idea de otro vampiro en el mismo lugar. Luego de un momento la encontró, arreglo su abrigo negro, y se dirigió hacia donde estaba la vampiro. Al llegar a solo un metros de ella, se inclina le hace una reverencia y le besa la mano.
Buenas damas, que os trae por estos lugares.

Tema: Re: Bajo las faldas del enemigo[privada] Dom Jul 04, 2010 11:49 pm

Apenas se percató de que el barco había atracado, dándose cuenta tan sólo cuando vio de soslayo la marea de humanos que caminaba por tierra firma. La luz de Deóir iluminaba la playa con una luz blanca y pura, y Erzsébet observaba el flujo de pasajeros caminar del navío a la tierra firme con cierta curiosidad ante su distribución. Un grupo se quedaba sospechosamente rezagado, sin que la vampiresa supiera por qué. No obstante, no se fijó demasiado en este detalle, puesto que el vampiro anteriormente mencionado se dirigía hacia ella, enfundado en un abrigo negro.

Ante la juventud de su cuerpo, tenía comprobado que existían dos posturas claramente diferenciadas entre los miembros de su raza. Una de ellas era el rechazo. No admitían o toleraban la existencia de una bebedora de sangre convertida a una edad tan temprana, y no se esmeraban en ocultarlo. Erzsébet no perdía un minuto de su tiempo en preocuparse por un hatajo de intolerantes. Por otro lado, estaban aquellos que no detractaban la juventud de su físico, como el Hijo de la Noche que tenía frente a sí. Este ya se encontraba cerca de ella; lo suficientemente cerca como para tomar una de sus aniñadas manos y besarla con cortesía. No hubo palabras que acompañaran a sus gestos, y la vástago hizo una ligera reverencia.

- Me percaté de vuestra presencia hace días, caballero – dijo con una discreta sonrisa –, y sin embargo no os vi por lado alguno.

Ciertamente, en el barco había visto todo tipo de razas posibles, habidas y por haber, y sin embargo no había muchos vampiros. Podría decirse, incluso, que ninguno a excepción del que tenía delante, que tanto parecía haber ocultado su presencia a bordo. Ella también solía ocultarse hacía siglos, cuando no sabía cómo hacer frente al hecho de que la gente se extrañara al ver a una niña sola. Las cosas habían cambiado: Tenía ases interesantes en la manga, y ya no se cuidaba de fingir que la acompañabaun adulto. Si hacían preguntas, ya sabía cómo contestarlas. Si no las hacían, igualmente sabía qué decir para evitar las consabidas preguntas. Había tenido más de cuatrocientos años para asegurarse de que nada de esto fallase.

Las fiestas concurridas le recordaban su infancia, entre el lujo exacerbado que solía rodear a los nuevos ricos. Se alegraba, sea como fuere, de haber salido de esa pompa mortal y ridícula, aunque fuera para meterse de lleno – pese a no ser tan habitual – en una pompa inmortal y decadente. Sin embargo, no descartaba las veladas entre criaturas de otras razas, como lo era esa ocasión; le parecía sumamente interesante el conocer maneras y costumbres tan diferentes a las suyas. Aquel era el regalo del Beso: Se había evitado morir en la ignorancia de todos aquellos pequeños placeres.
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